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30 diciembre, 2020

Curiosidades del Pirulí

Imagen aérea de la torre con el barrio a sus pies. En los años 90 eran pocas las antenas instaladas en la torre.
El Pirulí, años 90. Foto: S.Castaño.
El Pirulí, nombre popular de la torre de telecomunicaciones Torrespaña, se convirtió enseguida en símbolo de Madrid e icono de Radiotelevisión Española (RTVE), su propietaria durante los primeros años. Construido con motivo del Mundial de Futbol de España de 1982, el Pirulí fue propiedad de Televisión Española hasta 1989, después pasó a Retevisión, integrada luego en Abertis Telecom, hoy Cellnex Telecom. Sin embargo, el hecho de que los informativos de la televisión pública se realicen desde las instalaciones que hay junto a la base de la torre, llamadas también Torrespaña, hizo que mucha gente pensara que los telediarios se hacían desde lo alto del Pirulí y que la torre seguía siendo de RTVE.

El proyecto Torrespaña despegó con los preparativos del Campeonato Mundial de Futbol 'España 82'. Era necesaria una gran torre de telecomunicaciones que enviara la señal de televisión desde Madrid a todo el mundo. RTVE puso a su arquitecto Emilio Fernández Martínez de Velasco al frente del proyecto y la unión temporal de empresas Dragados-Agromán se encargó de su ejecución, en la confluencia de calle de O'Donnell con la autovía M-30.

Torrespaña representó un novedoso avance arquitectónico por las nuevas técnicas empleadas en su construcción. A modo de tentetieso la torre se sostiene por su propio peso y no por tener grandes anclajes en la base. En sus cimientos se emplearon 2.000 metros cúbicos de hormigón armado hasta formar una zapata o losa de casi 30 metros de extensión y dos metros de grosor. Cuando el viento es muy fuerte la torre oscila hasta medio metro en la punta de la antena, lo que evita posibles roturas por esta causa. La parte hueca del fuste aloja el ascensor y la escalera de 1200 peldaños, cerrrada por una pared que va desde 60 centímetros de grosor en la base hasta 40 en la parte superior.

Foto del Pirulí en la actualidad, con nuemerosas antenas alrededor de la parte superior de la torre.
El Pirulí en la actualidad.

También es extraordinario el tiempo empleado para construir el Pirulí. A razón de cuatro metros diarios, en sólo 45 días se levantó la columna de hormigón armado que es su soporte. Las obras duraron 12 meses, desde febrero de 1981 al 3 de marzo de 1982, día de su presentación. La inauguración oficial por los Reyes fue el 7 de junio, unos días antes del inicio del Mundial de Fútbol. 

Aunque a precios de otra época, llama la atención el bajo coste de la obra de Martínez de Velasco, 350 millones de pesetas, unos 2,1 millones de euros. Además se descartó la posibilidad de instalar en la torre un restaurante, por razones de seguridad y porque el coste se habría cuadruplicado.

Con sus 220 metros de altura, 232 con la antena, Torrespaña superó ampliamente a la Torre de Madrid, en la Plaza de España, despojándola del título de punto más alto de la ciudad, que mantuvo durante 25 años, hasta que se levantaron las Cuatro Torres del Paseo de la Castellana.

En el interior de sus plataformas circulares se encuentran la sala de control y los equipos técnicos para la emisión y recepción de señales, donde trabajan una veintena de técnicos e informáticos que garantizan el servicio continuo las 24 horas todos los días del año. Más arriba otras plataformas se han ido llenando de antenas con el paso de los años, sumando unas 400 dedicadas a televisión, radio y radio digital, internet, emergencias.

Como excepción histórica, el 14 de diciembre de 1988, día de huelga general en España contra la reforma laboral, Torrespaña dejó de funcionar, se cortó el servicio por completo mientras se estaba emitiendo en directo.

29 noviembre, 2020

Calle de Fuencarral, su origen carreteril

Tramo peatonal de esta calle estrecha calle, con numerosos viandantes.
Calle de Fuencarral. Foto: Andrea Castaño.
La de Fuencarral es de esas calles principales de Madrid que se crearon al extenderse la ciudad por los caminos, en este caso por el de Fuencarral, pueblo del que toma su nombre. Todo el recorrido de esta vía eran tierras de labranza y montería, donde abundaban los cultivos de cereales y la caza.

En tiempos de Felipe II y Felipe III se realizaron los desmontes para construir casas hasta formarse una calle que con el tiempo fue una de las de mayor extensión de la ciudad. El camino de Fuencarral, como el de Hortaleza, se adentraba en la ciudad a través de la Red de San Luis y la calle de la Montera, hasta el cruce de caminos que era la Puerta del Sol, donde confluían también los de Alcalá y San Jerónimo o el de Atocha por la calle de Carretas.

La ampliación en tiempos de Felipe IV de la cerca que rodeaba Madrid, en 1625, llevó la calle de Fuencarral hasta la Puerta de los Pozos de Nieve, llamada así por estar muy cerca de los pozos donde se almacenaba la nieve prensada, traída de la sierra para refrescar bebidas y alimentos en verano. 

Tiene varias pinturas murales. Foto: A.Castaño
La primera Puerta de los Pozos de Nieve estaba situada a la altura de la calle Divino Pastor. Por ella salían los carreteros y muleros y las diligencias que tenían en esta calle su punto de partida hacia el norte, por el camino de Fuencarral, luego carretera de Francia, que seguía el trazado la calle Bravo Murillo, atravesaba el barrio de Tetuán y seguía hasta llegar a Irún.

En su origen la calle de Fuencarral tuvo poca importancia en el conjunto de la ciudad, configurada por casas pequeñas y estrechas habitadas por jornaleros, labradores y artesanos. Carecía de palacios y conventos con sus grandes jardines y huertas, al estar encorsetada entre las calles de Hortaleza y Valverde. No obstante, a partir del siglo XVIII algunos aristócratas levantaron aquí sus mansiones y casas-palacio, a base de comprar varias viviendas y corrales para unir sus terrenos. 

No muy lejos, la calle de San Bernardo también surgió de un camino, más antiguo, al pueblo de Fuencarral, motivo por el que contaba en su extremo con la que se llamó Puerta de Fuencarral, que estaba muy cerca de la actual glorieta de Ruiz Jiménez. Esta circunstancia ha creado en algunas ocasiones confusión entre quienes se interesan por la historia de Madrid, por haber estado la Puerta de Fuencarral en una calle que no lleva este nombre. Ambas calles convergen al final en la Glorieta de Quevedo.

La calle Fuencarral es una de las más comerciales.
Tramo muy comercial. Foto:S.C.

En 1690 el recorrido de la cerca se modificó para incluir dentro del recinto de la ciudad el palacio de Monteleón, residencia de campo convertida mas tarde en Parque de Artillería, protagonista del levantamiento de los madrileños el 2 de mayo de 1808 contra las tropas napoleónicas, inicio de la Guerra de la Independencia. De modo que la Puerta de los Pozos de Nieve se instaló un poco más al norte, donde la actual Glorieta de Bilbao. Pasada la guerra, se trasladó a la Puerta de los Pozos de Nieve el registro o pago de impuestos por mercancías, función que tenía hasta ese momento la Puerta de Fuencarral, como la Puerta de Alcalá, Puerta de Atocha y Puerta de Toledo.

La calle de Fuencarral es hoy una de las más comerciales y transitadas desde que se peatonalizó su primer tramo en 2009, desde la Gran Vía a Hernán Cortes. En el número 4 de esta calle tuvo casa Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno, asesinado en 1897. En el número 17 vivió hasta 1813 el poeta y dramaturgo Leandro Fernández de Moratín. En el 44, esquina con Augusto Figueroa, se halla un edificio único en Madrid, testigo de otra época, el Humilladero de la Soledad. Es una pequeña capilla de 1712 para la imagen de la Virgen que le da nombre.

Moderna fachada del edificio de tres plantas dedicado a venta y degustación de productos de calidad.
Mercado. Foto: S.C.
En el 57 está el Mercado de San Ildefonso, que fue inaugurado en 2014 como un moderno mercado gastronómico, con una veintena de puestos para la degustación. Pero sin duda el edificio más importante de esta calle es el Museo de Historia de Madrid, antiguo Hospicio de San Fernando, del siglo XVIII, con su famosa portada churrigueresca, obra de Pedro de Ribera. Toda la manzana de enfrente la ocupa el Tribunal de Cuentas, antiguo cuartel de Guardias Reales, obra de Francisco Jareño y Alarcón de la segunda mitad del siglo XIX  Se construyó sobre el solar donde antes estuvo el palacio del Conde de Aranda. 

En la esquina con la calle Divino Pastor, en el 97, se halla la iglesia de las Religiosas de María Inmaculada, edificio neogótico de principios del siglo XX, construido sobre el terreno que ocupaban los jardines del que fue palacio del duque de Mandas. Y en el 125 vivió el poeta Antonio García Gutiérrez.

El nombre del pueblo de Fuencarral tiene su origen en una fuente que llamaban Fuencarra por estar en un lugar conocido como la Carra, donde paraban los carreteros para dar agua a sus animales. El pueblo se incorporó al municipio de Madrid en 1951, como otros limítrofes con el municipio madrileño en esa época, que se convirtieron en barrios de la capital.

23 octubre, 2020

Antiguos azulejos de comercios y tabernas

Antigua farmacia de Laboratorios Juanse.
Farmacia Juanse, Bº Malasaña. Foto: F.Ch
Los azulejos pintados que decoran fachadas e interiores de tiendas, tabernas y otros establecimientos son parte del tipismo madrileño. El arte de la azulejería tuvo en Madrid su época dorada entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Se conservan importantes ejemplos en los barrios históricos, obras entrañables de un puñado de pintores ceramistas que establecieron sus talleres en la ciudad. El cordobés Enrique Guijo, el talaverano Juan Ruiz de Luna o el sevillano Alfonso Romero son algunos de los principales artífices del arte en azulejos.

Los anuncios, rótulos y adornos cerámicos se extienden por gran parte de la ciudad, en establecimientos del barrio de Maravillas (Malasaña), Barrio de las Letras o el entorno Ópera-Arenal, entre otros. Auténticos supervivientes de la agitación industrial e inmobiliaria que se impuso desde mediados del siglo XX, destruyendo muchas de estas obras.

Antigua Huevería
Antigua Huevería. Foto: Fernando Chorro.

En 1908, la sociedad creada por Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo difundió en Madrid los azulejos azules y amarillos de tradición talaverana, como los que se conservan en la Antigua Farmacia de la Reina Madre, en el 59 de la calle Mayor. En su variante publicitaria, se encuentran dos buenos ejemplos en la esquina de San Vicente Ferrer con San Andrés. Ahí está la Antigua Huevería, con vistosos azulejos del taller Ruiz de Luna-Guijo. A su lado, la farmacia de los Laboratorios Juanse, cuyos azulejos, algunos firmados por Mardomingo, salieron del mismo taller en los años 20, cuando ya la sociedad del cordobés y el talaverano se había disuelto. Debido al impuesto a la publicidad en vía pública que entró en vigor en los años 50, estos azulejos estuvieron tapados con pintura hasta que fueron ‘redescubiertos’ en los años 80.

Librería de los Bibiófilos Españoles
Foto: Luis García (Zaqarbal), en Wikipedia
Desaparecida la unión Ruiz de Luna-Guijo, en 1915, el cordobés mantuvo el taller de la calle Mayor y siguió revistiendo de azulejos tiendas y tabernas. Muchas de las obras de aquel taller han desaparecido, pero aún se conservan excelentes representantes: Librería de los Bibliófilos Españoles (travesía del Arenal, 1), La Tierruca-Vaquería (Monte Igueldo, 103) o la taberna Los Gabrieles (Echegaray, 17) cerrada desde 2004, en la que también trabajó Alfonso Romero. Este último revistió las fachadas de Villa Rosa (plaza de Santa Ana) o las tabernas La Ardosa (Santa Engracia, 70) y Bodega Rosell (General Lacy, 14). Por esta época, entre 1922 y 1929, se encargó de la decoración de azulejos de la Plaza de Toros de las Ventas.

Casa Macareno
Casa Macareno. Foro: F. Chorro.

La publicidad era una novedad y los anuncios de azulejos policromados su máxima expresión. La alta demanda de estas piezas favoreció la llegada a la ciudad de otros primorosos pintores ceramistas.

En el 44 de San Vicente, el bar restaurante Casa Macareno (antes Casa do Compañeiro) muestra una antigua fachada de azulejos muy bien conservada, obra de V. Moreno.

Los azulejos publicitarios se extendieron a las primeras estaciones del Metro de Madrid. Algunos de estos anuncios, realizados por Guijo y Alfonso Romero, aún se conservan en la ‘estación fantasma’ de Chamberí, convertida en museo. En el Metro trabajaron también, entre otros, los sevillanos hermanos Pérez y los hermanos González.

Los Gabrieles
Vista parcial de una pared de Los Gabrieles.

Otros geniales artífices de esta artesanía en Madrid fueron los hermanos Mensaque, instalados desde los años 20 en la calle Luis Vélez de Guevara. Entre sus obras es famosa la decoración de la fachada del bar restaurante Viva Madrid (Manuel Fernández González, 7) o el Salón de Peluquería (Ave María, 8). La Casa Mensaque estuvo funcionando hasta los años 50 del siglo pasado. También Emilio Niveiro, ceramista talaverano, que decoró con azulejos la Casa de Cisneros, la Casa de Sorolla y algunos portales de edificios del primer tramo de la Gran Vía.

En nuestros días, la mayoría de las placas que dan nombre a las calles del centro de la ciudad son azulejos cerámicos pintados por el prolífico Alfredo Ruiz de Luna, nieto de aquel pionero ceramista talaverano. Son unas 1.500 placas compuestas cada una por nueve azulejos con rótulos y dibujos que hacen referencia al origen del curioso nombre de las calles de Madrid.  

19 septiembre, 2020

Manzanares, el río de Madrid

Zona urbana del río con el puente de Segovia al fondo
Río Manzanares. Foto: F. Chorro.

El río Manzanares ha estado vinculado al trabajo y el ocio de los madrileños durante siglos. De todas las actividades relacionadas con el río, son los baños en verano los que permanecen más frescos en la memoria, ya que se popularizaron en el siglo XIX y se prolongaron hasta los años 70 del siglo pasado.

En las márgenes del río se levantaron casetas y chamizos para cubrir los pozos excavados en la arena que servían para darse un chapuzón. Hubo hasta 19 casas de baños públicos a cargo de los llamados ‘bañeros’. Siglos atrás los baños esporádicos con ocasión de festejos en las praderas y las islas del río provocaban avisos y ordenanzas de los regidores municipales por cuestiones de moralidad.

El Manzanares abasteció las primeras piscinas públicas, construidas en sus riberas durante la Segunda República. Era singular la Piscina de la Isla, de 1931, llamada así por estar en una isla del río de unos 300 metros de longitud y 20 de ancho. Estas instalaciones tenían forma de barco y contenían dos piscinas al aire libre y una piscina cubierta. Se accedía a través de pasarelas desde las orillas del río y el nivel del agua se lograba mediante un sistema de presas móviles. Estuvo abierta hasta 1954, siendo derribada y suprimida la isla para realizar una nueva canalización del río.

Piscina de la Isla
Piscina de la Isla, instalación de 1931.

Luego se creó la Playa de Madrid, en 1932, primera playa artificial de España. Era una instalación pública alrededor de un embalse cerca del Hipódromo de la Zarzuela. Era un lugar muy popular, con áreas deportivas, al que se podía llegar en tranvía. 

La Playa del Madrid funcionó hasta mediados del siglo XX, cuando se popularizó el cercano Parque Sindical, que tenía también su embalse y una gran isla en el centro. Cuando desapareció, la presa del embalse se convirtió en puente para llegar al Parque Deportivo Puerta de Hierro. Además de estas instalaciones los madrileños se refrescaban en otras zonas urbanas o sin urbanizar propicias para el baño, como el Puente de los Franceses.

Madrileños bañandose en el Manzanares
Baño junto al Puente de los Franceses.
Antes de las canalizaciones del Manzanares en el siglo XX, su escasa profundidad favoreció durante siglos su uso por las numerosas  lavanderas madrileñas, con sus rústicos tendederos plantados en ambas orillas, entre el Puente de Segovia y el Puente de Toledo. En tiempos de Carlos III se construyeron lavaderos cubiertos a los que llegaba el agua por una acequia.

En el siglo XIX se contaban hasta 7.000 cajones o bancas que utilizaban las lavanderas en la orilla del río para no mojarse mientras lavaban la ropa. En 1871, la esposa del rey Amadeo I, María Victoria, ordenó la construcción del Asilo de las Lavanderas, que estaba frente a la Estación del Norte, en la glorieta de San Vicente. Allí, cerca del río y al cuidado de monjas, las trabajadoras podían dejar a sus hijos menores de cinco años mientras trabajaban.

Desde la inauguración del Canal de Isabel II, en 1856, que llevó poco a poco el agua corriente a las casas, fue disminuyendo el número de lavanderas del Manzanares. A finales de siglo quedaban unas 4.000 y en los años 20 del siglo pasado ya no iban al río. 

Lavanderas del río Manzanares
Lavanderas, siglo XX. Foto: Otto Wunderlich.
Otros asiduos trabajadores del Manzanares eran los areneros, encargados de sacar las arenas del fondo del río y trasladarlas a la ciudad para la construcción de viviendas y otros edificios. 

Los areneros metían dentro del río sus carros de bueyes o mulos para cargar la arena  Este oficio dio nombre a la cuesta de los Areneros, hoy calle Marqués de Urquijo, y al paseo de los Areneros, hoy calle de Alberto Aguilera, en el camino de las antiguas rondas que delimitaban la ciudad por el norte.

A su paso por la ciudad, el Manzanares sirvió también a los molinos cercanos, hasta ocho a finales del siglo XV. Además, en las vegas del río abundaban las huertas y cultivos que surtían a los madrileños, y hasta los años 20 del siglo pasado, menudeaba la pesca de ranas o anguilas, tencas, barbos y otros peces, con red, caña o incluso a mano.

Entre los usos recreativos, se realizaban paseos en barca en el embalse de la Playa de Madrid y desde el Puente de Segovia cuyo embarcadero estuvo funcionando hasta los años 70.

Las obras de canalización y saneamiento del río se han sucedido desde principios del siglo XX  En los años 80 del siglo pasado se realizó el Plan de Saneamiento Integral del río Manzanares, se inauguraron varias estaciones depuradoras de aguas residuales y el río se pobló de peces y patos. En 2007 se emprendió un plan de nuevas infraestructuras de saneamiento, financiado por la Unión Europea. En los últimos años, la gran actuación en el Manzanares en su tramo urbano principal es Madrid Río, magnífico parque lineal con numerosas instalaciones lúdicas, culturales, además de recintos acuáticos para recreo de los madrileños

El Manzanares nace en el Ventisquero de la Condesa, en la Sierra de Guadarrama, a más de 2.300 metros de altitud, zona de neveros que durante siglos abastecieron los pozos de nieve de Madrid, desde donde se distribuía el hielo para la ciudad. Discurre 87 kilómetros hasta su confluencia con el Jarama, cerca de Rivas Vaciamadrid. Antiguamente el Manzanares era llamado Guadarrama, hasta que en el siglo XVII el duque del Infantado cambió su nombre.


12 julio, 2020

Calle del Carmen, entre mancebías y conventos

Calle estrecha, muy comercial, flanqueada por los característicos edificos de cuatro plantas del entorno de la Puerta del Sol..
Calle del Carmen. Foto: S.C.
El edificio histórico que da nombre a la calle, la iglesia del Carmen, se construyó anexa a un antiguo convento de carmelitas calzados fundado en 1575. En el mismo lugar había existido antes un prostíbulo. Según la tradición aquella mancebía fue cerrada y derribada por utilizar como reclamo publicitario una imagen de la virgen. A los encargados les pareció buena idea quitar los brazos de aquella figura de madera de 1,30 de altura, vestirla con ropas de picos pardos y colocarla en un balcón. De este modo, un enano oculto tras ella movía sus propios brazos incitando a los transeúntes a entrar en el local e incluso tocaba un violín para llamar su atención. 

Esta novedosa forma de promoción daba buenos resultados al negocio en una zona tan cercana a la Puerta del Sol, ya por entonces una de las de mayor actividad comercial de la ciudad. Hasta que unos frailes se percataron de que aquella figura representaba a la Virgen y denunciaron el caso. La Inquisición actuó, cerró la mancebía, encarceló a sus responsables y dicen algunas versiones que fueron condenados a la hoguera. Como desagravio, el establecimiento fue derribado y años después se levantó el convento de carmelitas calzados en ese solar que había comprado Jacobo de Grattis, el Caballero de Gracia, quien tuvo un papel destacado en su construcción.

Portada de piedrade la calle del Carmen, con arco de entrada flanqueeado por dos columnasy por ecima hornacina con escultura de la Virgen.
Iglsesia del Carmen. Foto:.SC
Según la crónicas, la mancebía se había trasladado por orden de Felipe II desde el callejón de la Duda, que estaba entre las calles Mayor y Arenal, con esquina a la Puerta del Sol, motivo por el que llamaban a la casa y a sus inquilinas ‘las Soleras’. Al parecer sus vecinos de enfrente, los frailes del convento de San Felipe el Real, que se alzaba donde ahora las Casas de Cordero, se quejaban de los continuos escándalos que se producían ante su templo. La calle Mayor era además lugar de paso de procesiones y de comitivas reales camino del convento de los Jerónimos.

A la imagen rescatada del prostíbulo y con nuevos brazos se le dio el nombre de Nuestra Señora de Madrid, pasó a la capilla del Hospital General, que estuvo primero en la carrera de San Jerónimo y luego en Atocha, donde hoy se encuentra el Museo de Arte Reina Sofía. Llegó a ser Patrona de Madrid durante un tiempo. Actualmente se halla en la parroquia de San Vicente Ferrer, en la calle de Ibiza, junto al Hospital Universitario Gregorio Marañón. 

La iglesia del Carmen se levantó entre 1611 y 1638 y se convirtió en parroquia dependiente de la iglesia de San Luis, en la calle de la Montera, destruida por un incendio en 1936. Por ello la parroquia pasó a llamarse del Carmen y San Luis. Durante las fiestas de la Virgen del Carmen se colocaban en esta calle los puestos de vendedores convirtiéndose en lugar principal por la afluencia de gente. Posteriormente la feria creció y se traslado a la calle de Alcalá.

 
Portada en calle de la Salud. Foto:SC

La iglesia tiene dos portadas, una en la calle del Carmen y otra en la calle de la Salud, que es la que tenía la antigua iglesia de San Luis. Se colocó ésta en 1950 durante las obras de ensanche de la calle de la Salud, tras acortar la nave de la iglesia y levantar una nueva fachada. Conserva en su interior uno de los mejores conjuntos de rejería plateresca del siglo XVII. En 1975 el templo fue declarado monumento histórico-artístico.

 
El convento de carmelitas fue sometido a la desamortización de Mendizábal en 1836 y derribado a finales del XIX. En parte de su solar se construyó el frontón Central, luego llamado Central Kursaal. Después se instaló allí el Circo Americano y durante el siglo pasado se transformó, con el nombre Madrid, en cine, teatro, de nuevo cine y en los años 70 en minicines con cuatro salas, hasta su cierre en 2002. Una década después lo ocupó un gran establecimiento comercial.

Entre las calles del Carmen y Preciados, asomado a la Puerta del Sol, estaba el Hospicio de Expósitos, llamado popularmente Inclusa, así que los madrileños llamaban así a esta vía desde finales del siglo XVI. Cuando esa casa de beneficencia para niños abandonados o huérfanos se traslado a la calle del Soldado, en 1801, adoptó el nombre de su iglesia y se llamó calle del Carmen.


19 junio, 2020

Teatro de la Comedia y su curiosa historia

La calle del Príncipe con la fachada del teatro a la derecha, enclavado en un edificio de viviendas, con sus tres puertas con arco.
Teatro de la Comedia. Foto: S. Castaño.
En 1849 el Gobierno consideraba que tener siete teatros principales en Madrid era excesivo para poder subvencionarlos a todos y que aumentaran la calidad de su repertorio además de sus ganancias. Y lo comparaba con París y Londres, donde existían cuatro y dos teatros, respectivamente. Ese año decretó que en la capital existirían un teatro de declamación con el nombre de Teatro Español y cuatro teatros ‘de número’, denominados Teatro del drama, Teatro de la comedia, Teatro lírico español y Teatro lírico italiano. La ordenanza indicaba que en el llamado Teatro de la Comedia se representarían obras que no fueran tragedias, dramas o melodramas. Se creó una nueva compañía y se rebautizó el Teatro del Instituto Español, en la calle Urosas (hoy Luis Vélez de Guevara), que pasó a llamarse Teatro de la Comedia, igual que el Teatro del Príncipe cambió a Teatro Español.

Unas décadas después se construyó un nuevo edificio para el Teatro de la Comedia, en un solar de la calle del Príncipe, inaugurado en 1875, el mismo año que Alfonso XII volvió a Madrid para ocupar el trono que había perdido su madre, Isabel II. El nuevo coliseo era un edificio moderno, lujoso, concebido para atraer a una clientela de la nobleza y la burguesía en una época en que los bailes y verbenas, los toros y el teatro eran los principales entretenimientos de los madrileños. El arquitecto, Agustín Ortiz de Villajos, utilizó hierro en los postes, dando buena visibilidad al escenario y se instalaron decenas de candelabros de gas para el alumbrado, pero no construyó camerinos porque pensaba que los actores llegaban vestidos de casa. El problema se resolvió adquiriendo una casa colindante.

El promotor y primer propietario del Teatro de la Comedia, Silverio López de Larraínza, empresario de salas de juego, dejó su sello en los forjados de las barandillas de los palcos adornándolos con motivos de palos de la baraja española, y en el vestíbulo instaló esculturas de bronce de un malabarista y de un encantador de serpientes. Como socio tuvo al afamado actor Emilio Mario, que actuó con su compañía en este escenario durante 20 años.

El día de la inauguración, con la asistencia del rey y la infanta Isabel, se ocuparon las 1.035 localidades. Durante los dos primeros años su actividad se centró en el 'teatro por horas', un sistema de sesión continua de cuatro horas que ofrecía cuatro obras cortas de un máximo de una hora de duración cada una, al precio de un real la pieza, de modo que los espectadores podían elegir comprar una o varias entradas. En 1882 el precio de la entrada ya era de una peseta. 

Interior de la sala, en forma de herradura, desde el escenario, Butacas y cortinas de los palcos color rojo  tapizadas en rojo y gran lámpara en el centro
Patio de butacas y palcos en herradura. Foto: CNTC

Cuando se cambió la iluminación de gas por la eléctrica los vecinos se quejaron por el ruido que hacía los generadores. El Ayuntamiento obligó a cerrar y tuvieron que volver a colocar las lámparas de gas. Por fin, después de varios meses y muchas discusiones, se aprobó la instalación de luz eléctrica.

Un cortocircuito fue al parecer la causa del incendio que se produjo la madrugada de 1915, destruyendo el patío de butacas, sobre el que se desplomó el techo, el telón y los decorados. La rápida reconstrucción, a cargo del arquitecto Luis Bellido, permitió reabrir el teatro ese mismo año, con una nueva estructura que sustituyó la madera por ladrillos, losas de hormigón y vigas metálicas.

Por entonces, era su propietario Tirso Escudero, que lo había adquirido en 1902 y cinco años después montó en un local colindante un café al que llamó El Gato Negro. Era un local de estilo modernista desde el que se podía acceder al teatro y estuvo funcionando hasta 1956. Aquel café, lugar hoy ocupado por una tienda de artesanía, acogía la tertulia de Jacinto Benavente, a la que acudían Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Rusiñol o Zuloaga, entre otros escritores y artistas. 

En La Comedia se estrenaron obras de Galdós, los hermanos Álvarez Quintero, Dicenta, Muñoz Seca, Jardiel Poncela, Miguel Mihura o Alfonso Sastre. Dicen que Jardiel Poncela pidió a uno de los acomodadores del teatro que desclavara la butaca que ocupaba habitualmente un crítico teatral y la pusiera de espaldas al escenario, y que cuando éste preguntara le dijera que, para lo que se enteraba de lo que veía, lo mismo daba para donde mirara. En 1975 acogió los primeros desnudos integrales del teatro español, con la obra Equus. El acta de censura previa al que se sometían las obras señalaba que los actores estuvieran desnudos en el escenario el menor tiempo posible.

En 1919 se celebró en este coliseo el II Congreso del sindicato anarquista CNT y en 1933, el acto en el que José Antonio Primo de Rivera dio el discurso fundacional de Falange Española. En 1937 el teatro fue incautado por la Junta de Espectáculos y el empresario no lo recuperó hasta pasada la guerra civil. Su hijo y luego su nieto mantuvieron la actividad teatral hasta 1998. Ese año lo adquirió el Estado, además de cinco plantas del edificio, para sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), creada por Adolfo Marsillach, que ya lo utilizaba en alquiler desde 1986.

La Comedia cerró sus puertas en 2002 para acometer una renovación total del edificio y cumplir con la nueva normativa de seguridad y accesibilidad. Las obras no se iniciaron hasta 2010, abriendo de nuevo sus puertas en 2015, cien años después de su reconstrucción.

03 mayo, 2020

La Mariblanca, un símbolo de Madrid en la Puerta del Sol

Detalle de la estatua, que muestra el pecho desnudo.
La Mariblanca. Foto: Andrea Castaño.
La imagen más antigua que se conserva de la Puerta del Sol es un grabado de la plaza con la fuente de la Mariblanca en primer término. Una estampa de Louis Meunier de mediados del siglo XVII conservada en el Museo de Historia de Madrid. La fuente, de 1630, era un grupo escultórico muy ornamentado de casi cinco metros de altura, coronado por la estatua de mármol de una Venus, que por su blancura fue bautizada por los madrileños como Mariblanca.

La fuente estaba entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo, delante de la iglesia del Buen Suceso, derribada a mediados del siglo XIX durante la histórica reforma de la Puerta del Sol.

La Mariblanca y cuatro escudos, obras del escultor Rutilio Gaci, los compró el Concejo madrileño al comerciante florentino Ludovico Turchi en septiembre de 1625, mediante contrato que decía que la estatua representaba la Fe y que se pagaba la mitad de su precio en el momento y la otra mitad en Navidad. La diosa tiene a un lado la figura de un niño al que toca la cabeza con su mano izquierda mientras sostiene con la derecha un vaso, y a sus pies unos delfines.
Gran grupo escultórico con mascarones, figuras de arpías, escudos y la estatua de la Mariblanca.Arroja varios chorros de agua sobre un pilón y tiene otro exterior que sirve de asiento.
Grabado de la fuente de la Mariblanca, siglo XVII. BNE

La fuente de la Mariblanca, también llamada de la Arpías por las figuras de esos seres mitológicos que la adornaban y arrojaban chorros de agua por sus pechos, se surtía de uno de los antiguos viajes de agua que recorrían Madrid. Allí se reunían a diario vecinos que acudían a por agua o a sentarse en su enorme pilón y numerosos aguadores, además de arrieros y carreteros, siendo el lugar casi una extensión del famoso mentidero de San Felipe, en el otro extremo de la plaza, donde hoy están las Casas de Cordero
El pedestal de piedra tiene en su parte superior el escudo de Madrid y bajo él una inscripción grabada indicando que la estatua es una réplica de la Mariblanca.
La estatua sobre su pedestal. Foto: A.C.

Pasaron cien años y la fuente fue sustituida por otra de menores proporciones, obra de Pedro de Ribera, aunque La Mariblanca, que ya era un símbolo de la ciudad, se mantuvo en lo alto otro siglo más, hasta que en 1838 la fuente fue derribada por su mal estado y la estatua pasó a coronar una fuente de la plaza de las Descalzas. Cuándo ésta fue
desmontada a finales de siglo, La Mariblanca fue recluida en un almacén municipal, hasta que en 1914 se instaló en los jardines del Retiro y luego en el museo de la Casa de la Panadería, en la plaza Mayor. De allí pasó en 1969 a presidir la columnata y fuente del paseo de Recoletos, pero en 1984 fue destrozada por la acción de unos vándalos. Restaurada, pasó a la Casa de la Villa, antiguo Ayuntamiento, en la plaza de la Villa, donde ocupa un lugar principal desde entonces. 

En 1985 se hizo una copia de la Mariblanca en piedra caliza que se situó sobre un alto pedestal en el lugar donde estuvo la original, entre la carrera de San Jerónimo y la calle de Alcalá, aunque en 2009 se trasladó hasta su lugar actual, muy cerca de la entrada de la calle del Arenal. Otra copia de esta famosa estatua se encuentra en el Museo de Historia de Madrid.


01 abril, 2020

Los niños que llevaron la vacuna de viruela a América

Grabado que muestra la partida del barco, con numerosas persona despiéndolo desde la playa..
Salida de la Expedición en barco, 1803. 

Un grupo de niños madrileños y gallegos protagonizó a principios del siglo XIX una de las gestas más extraordinarias de la historia mundial de la medicina. Fueron parte esencial de la expedición científica encargada de llevar la vacuna contra la viruela a todas las colonias españolas de ultramar. La historia de estos pequeños héroes desconocidos se inició en 1803, cuando la medicina española puso en práctica, a diferencia de otros países europeos, el descubrimiento del médico rural inglés Edward Jenner.

Este médico observó que la enfermedad de las vacas que les provocaba ampollas en la piel de las ubres, llamada viruela vacuna, se trasmitía a sus ordeñadores, que presentaban ampollas en sus manos y un leve malestar físico que desaparecía a los pocos días. Lo curioso era que aquellos ganaderos nunca caían enfermos de la terrible viruela humana que en esa época asolaba Europa. En 1796 hizo el experimento. Tomó un poco de pus de una de las ampollas que tenía una joven ordeñadora y la inoculó en el brazo del niño James Phipps, que se prestó a la prueba. A los pocos días el pequeño tenía fiebre y otros síntomas leves de la viruela vacuna.


Unas semanas después, el doctor Jenner, dio un paso muy arriesgado. Cogió un poco del líquido de una pústula de un enfermo de viruela humana y lo inoculó en el otro brazo del niño, marcando unas líneas sobre su piel con el bisturí. Pasaron días y semanas y el niño no tenía ningún síntoma de viruela humana. Aquel médico había descubierto el remedio a una de las plagas más temibles, causante de unos 400.000 muertos al año en Europa y de importantes secuelas en quienes la superaban.


La comunidad científica británica no apreció al principio el descubrimiento de un médico de pueblo. Los debates interminables saltaron a la opinión pública y luego al continente. En España, cinco años después de su publicación, ya se aplicaba el remedio y se organizaba una vacunación masiva, algo que los países del entorno no reconocieron más tarde.


La expedición sanitaria

Grabado del doctor Balmis, con pañiuelo al cuello, a la moda de la época.
Dr. Francisco Xavier de Balmis.

El 30 de noviembre 1803 partió del puerto de La Coruña la denominada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, con el objetivo de llevar a las colonias españolas la ansiada vacuna de la viruela. Al mando de esta iniciativa estaban los médicos militares Francisco Xavier de Balmis y Josep Salvany, quienes planificaron concienzudamente los detalles de su difícil misión. Eran varios los retos, ya que no había otro medio de conservar la viruela vacuna durante la travesía que ir contagiando a los individuos sucesivamente con el pus de las ampollas que surgían en la piel. Por ello debían contar con suficientes voluntarios. Además tenían que ser personas que no hubieran tenido antes contacto con el virus, algo difícil entre la población de la época, aparte del rechazo de la población a embarcarse en una aventura tan arriesgada como incierta.

Y aquí aparecen los pequeños héroes de esta aventura. Se recurrió a los niños de la Inclusa de Madrid y de La Coruña, huérfanos o abandonados por sus padres al nacer. Auténticos supervivientes de un drama que provocaba la muerte del 80 por ciento antes de los tres años, por la trasmisión de enfermedades, la falta de medios y el lamentable estado en que llegaban, muchas veces desde poblaciones muy alejadas, en carros o alforjas de transportistas desconocidos.


Diez niños de la Inclusa de Madrid marcharon a La Coruña acompañados por el doctor Balmis, los días previos a la salida de la corbeta María Pita, que les llevaría al otro lado del Atlántico. El director de la expedición quería que los niños elegidos tuvieran entre 8 y 10 años, pero finalmente entre los 22 madrileños y gallegos elegidos los había de 3 a 9 años. A estos niños se les ofrecía alimentación, ropa, cuidados y una buena educación con cargo a la hacienda pública hasta que pudieran tener una profesión digna.

Enfermera Isabel Zendal

Al cuidado de los niños iba la única mujer de la expedición, Isabel Zendal, rectora de la Casa de Expósitos de A Coruña, cuyas cualidades la hacían idónea para la tarea. De origen humilde y madre soltera, se embarcó con su hijo y adquirió una gran experiencia en la conservación y administración de la vacuna. Terminó en México, donde creó una escuela de enfermería. La organización Mundial de la Salud la reconoce como la primera enfermera en misión sanitaria internacional.

Durante la travesía, cuando el proceso de la leve enfermedad vacuna iba remitiendo en una pareja de niños, se inoculaba el virus en otros dos niños. Así, con escala y vacunaciones en Canarias, llegaron a Puerto Rico y a Caracas, realizando la vacunación masiva y gratuita de la población. Luego la expedición se dividió en dos partes, contando con niños de aquellos países. El doctor Salvany siguió por Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia… y el doctor Balmis fue a México y luego atravesó el Pacífico y llegó a Filipinas y China con sus vacunas.


La misión sanitaria fue un éxito. En cada lugar se instruía a los sanitarios, se les entregaban termómetros y ampollas de cristal para conservar una gota de líquido vacunal y se creaban centros de vacunación.


El número de muertos por viruela descendió enormemente en España y sus territorios de ultramar. De los diez niños de Madrid, sólo volvieron seis, desconociéndose si los otros cuatro continuaron el viaje con Balmis, fueron adoptados en su destino americano o fallecieron. Esta epopeya española ha inspirado obras literarias, cinematográficas y estudios muy documentados como el de los doctores Emilio Balaguer Perigüell y Rosa Ballester Añón: En el nombre de los niños: La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1806).


La Inclusa de Madrid

Interior de la sala del torno, sistema que mantenía el anonimato de quienes dejaban allí a los recien nacidos.
El torno de un inclusa de Madrid.

El origen de la Inclusa de Madrid se remonta a mediados del siglo XVI cuando  un grupo monjes y nobles crearon una cofradía de asistencia a enfermos convalecientes, en un convento que existía al principio de la Carrera de San Jerónimo. Felipe II les regaló una imagen de la Virgen de la Paz rodeada de ángeles y con un niño a sus pies, que un soldado había traído a Madrid desde la ciudad holandesa de Enkhuizen. El pueblo de Madrid alteró su pronunciación y la llamó Inclusen y luego Inclusa.

Pocos años después la cofradía amplió su tarea a la acogida de los numerosos niños recién nacidos que eran abandonados en portales, escaleras o iglesias. Se creó el primer Hospicio de Expósitos, llamado popularmente ‘la Inclusa’ en una casa que existía en la Puerta del Sol, entre la calle de Preciados y la calle del Carmen. Pronto la casa se quedó pequeña y la cofradía compró varias casas colindantes. A mediados del siglo siguiente se construyó un edificio nuevo en el mismo lugar. El constructor, Bartolomé Hurtado, se comprometió a terminarlo en el menor plazo posible, el 8 de diciembre de 1654, poniendo como aval de su cumplimiento su casa de la calle Don Felipe.


En 1801 se trasladó el servicio a la calle del Soldado (hoy Barbieri) y en 1807 a la calle Mesón de Paredes. En esta última inclusa se crió el héroe de Cascorro, Eloy Gonzalo, a mediados del siglo XIX. En 1928 los niños fueron trasladados al edificio de la Consejería de Salud de la calle de O’Donnell. En 1974 se inauguró el Instituto Provincial de Puericultura, de donde pasaban a la Casa de los Niños, en la carretera de Colmenar.