Ronda de Atocha. Foto: F. Chorro. |
La nueva cerca de Felipe IV tenía sobre todo una función fiscal (controlar el pago de impuestos de los productos que entraban a la ciudad) más que defensiva, pero también quería acotar el crecimiento acelerado de la ciudad, que se venía produciendo desde que la Corte volvió a Madrid en 1606, tras cinco años en Valladolid. Con ocasión de epidemias servía para ejercer un control de acceso a la Villa. El nuevo perímetro de Madrid se terminó de construir hacia 1649 y tenía unos 10 kilómetros de longitud (aproximadamente lo que hoy es el distrito Centro) más el recinto del palacio del Buen Retiro. Acogía en su interior los nuevos barrios y apenas hubo crecimiento de la urbe durante más de 200 años.
Era una tapia de ladrillo y arena apisonada, con cimientos y base de pedernal y mortero de cal y arena que no llegaba a un metro de grosor y unos cuatro metros de altura, aunque sus dimensiones variaban en algunos tramos. Se financió mediante una sisa o impuesto al comercio de cada arroba de vino. Un bando municipal imponía severas condenas a quien saltara, rompiera o abriera huecos en la tapia, dependiendo de si era o no ‘persona de calidad’: multa de dos mil ducados y seis años de destierro, en el primer caso; o doscientos azotes y seis años en galeras, en el segundo.
Calle Carranza. Foto: A. Castaño. |
Los caminos de ronda y por tanto la línea de la tapia de Felipe IV configuran buena parte el plano callejero de Madrid, como ocurrió con el trazado de las antiguas murallas, que al desaparecer se convirtieron en calles de trazado peculiar, como vemos en las cavas y otras vías. Sobre el plano actual, partiendo del núcleo histórico del Madrid, la tapia y el camino de ronda salían del antiguo alcázar por la cuesta de la Vega hacia la calle Segovia (Puerta de Segovia) y se extendía por el sur con los nombres de rondas de Segovia, Toledo, Valencia y Atocha, a continuación una de la otra, formando un arco.
Calle Alberto Aguilera. Foto: A. Castaño. |
Desde ahí las rondas ascendían en dirección oeste, trazando una línea recta sobre la que, a finales del siglo XIX, se diseñaron los bulevares de Madrid, como modernas vías de comunicación: Génova (ronda de Recoletos) hasta Alonso Martínez (portillo de Santa Bárbara), calle Sagasta (ronda de Santa Bárbara) hasta la Puerta de los Pozos de Nieve (calle Fuencarral) y Carranza (Ronda de Fuencarral), y más allá se adentraba en calle San Bernardo (Puerta de Fuencarral). Luego seguía un tramo por Alberto Aguilera y giraba hasta el portillo de Conde Duque, cruzaba Princesa (portillo de San Bernardino), Ventura Rodríguez, Ferraz, bajaba la cuesta de San Vicente (Puerta de San Vicente) y bordeaba el Campo del Moro por el paseo de la Virgen del Puerto hasta volver a la cuesta de la Vega.
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