Calle Barbieri. |
La
calle de Barbieri se llamaba antiguamente calle del Soldado, por una historia
horrible sucedida en aquel arrabal del siglo XVII entre un soldado y una joven de
familia acaudalada.
Dice la
tradición que un soldado estaba enamorado de María de la Almudena Goutili, que
así se llamaba la joven. El soldado siempre que podía la cortejaba, pero ella
no mostraba el menor interés por su galanteo. Le propuso matrimonio, pero ella
trató de quitarle toda esperanza manifestándole su deseo de ser monja y su
próximo ingreso en un convento. El joven no se rindió y contrató a un pintor
para que le pintase con el uniforme de gala en uno de los pilares de la cerca
del convento de Mercedarias Descalzas. Así ella le tendría presente siempre que
pasara por allí. Todo fue en vano, la joven sólo deseaba vestir el hábito de
religiosa.
El
soldado, que según pasaban los días estaba cada vez más enfurecido y
avergonzado por el rechazo de la joven, perdió la cabeza y decidió asesinarla. Un día
que la chica regresaba a su casa, el joven la abordó junto a la cerca del
convento y le dio una puñalada mortal. A continuación le cortó la cabeza, la
ocultó en un saco que puso en el torno del convento donde la chica pensaba ingresar y salió corriendo.
La monja encargada del torno recibió con espanto el bulto ensangrentando y lo dejó en el suelo. A sus gritos acudieron otras monjas que descubrieron con horror y entre llantos la cabeza de María de la Almudena.
La monja encargada del torno recibió con espanto el bulto ensangrentando y lo dejó en el suelo. A sus gritos acudieron otras monjas que descubrieron con horror y entre llantos la cabeza de María de la Almudena.
El
asesino fue detenido en la calle por lo ensangrentado que iba y conducido al
cuartel, ante su capitán, a quien confesó
su crimen. Fue encerrado en el calabozo y poco después entregado a la
justicia madrileña, que le condenó a morir en la horca, como correspondía a
este tipo de crímenes. Pasó sus
últimos días encadenado, cada vez más desesperado y excitado, hasta volverse
loco por haber cometido el mayor de los pecados. Dicen que finalmente una de
las monjas consiguió que se serenara y se preparara para afrontar la muerte. Al
soldado le contaron lo que, según la leyenda, había sucedido en esos días en el
convento: María de la Almudena, que había sido enterrada en el
convento vestida de monja, se había aparecido a varias de las religiosas y
había manifestado la alegría y felicidad que experimentaba su espíritu.
Plaza de Chueca. Foto: R. Molano. |
La
sentencia de muerte se cumplió en el lugar habitual, la Plaza Mayor. Al cadáver
se le mutiló la mano, que fue clavada en un palo y colocada en el lugar del
crimen, donde fue borrado el retrato del soldado.
Por estos
sucesos, aquella fue llamada la calle del Soldado. En 1894 cambió el nombre a
calle Barbieri, en honor al célebre compositor madrileño Francisco Asenjo Barbieri.
La
calle del Soldado acogió uno de los edificios más conocidos de su época, la Casa
de Expósitos, también llamada la Inclusa, en un edificio que luego fue cárcel de mujeres y llamaban Galera Vieja.
Allí iban a parar los niños huérfanos o abandonados por sus padres. De aquella inclusa salieron los 10 niños que formaron parte de la expedición sanitaria de la vacuna de la viruela, que partió a América en 1803 para prevenir la terrible plaga.
La
calle del Soldado (hoy Barbieri), San Antón (hoy Pelayo), Belén, San Lucas, San
Gregorio y Válgame Dios, entre otras, conforman el animado y céntrico barrio de Chueca. En aquellos tiempos formaban parte de los llamados ‘barrios bajos’, aunque estaban en la parte alta del Madrid de la época. Eran las calles
preferidas de los chisperos (herreros) y vendedores de objetos de hierro, personajes de tantas historias en la literatura costumbrista madrileña.
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