Oratorio del Caballero de Gracia. SC. |
Se le consideraba un seductor constante, por lo que casi siempre tenía éxito en sus aventuras amorosas. Hasta que un día, en una de sus aventuras, le cambió la vida y decidió dedicarse al sacerdocio.
Ocurrió, según la tradición, en la calle que hoy se llama del Caballero de Gracia, que va de la calle Montera a la de Alcalá. Allí vivía Leonor Gracés, bella esposa de un noble aragonés dedicado a asuntos diplomáticos. Jacobo de Grattis se fijó en Leonor, pero ni sus experimentadas artimañas ni su galantería consiguieron atraer a la mujer.
Un día, aprovechando que el marido de Leonor estaba fuera de Madrid, Jacobo tramó un plan vergonzoso: pagó a una criada de Leonor para que pusiera un narcótico en la bebida de su señora, y así poder entrar hasta la alcoba de Leonor. Aquella noche, a punto estaba de entrar en casa de Leonor cuando escuchó una voz sobrenatural que le reprendió y cayó al suelo asustado. Al instante, se marchó corriendo a ver a su confesor, fray Simón de Rojas, a quien contó lo ocurrido en esa casa, a la que desde entonces llamó ‘casa del espanto’.
Desde entonces, el mujeriego modenés renunció a su vida desenfrenada y en uno de sus viajes a Roma fue ordenado sacerdote. A su regreso a España dedicó gran parte de su fortuna y propiedades al mantenimiento y creación de órdenes religiosas.
Calle y Oratorio Caballero de Gracia
Fachada en Gran Vía 17. S.C |
La mayoría de las casas de la calle Caballero de Gracia, incluida la del ‘espanto’, pertenecían a Jacobo de Gracia, como se le llamaba en Madrid. Eran casas de estilo italiano, con bellos jardines, en las que vivían algunos de los embajadores en Madrid, como el de Francia y el de Venecia. Más tarde, en ellas se instalaron varias órdenes religiosas.
El rico modenés no llegó a conocer el Oratorio, obra maestra de la arquitectura neoclásica, de Juan de Villanueva (1795). En 1836, sus restos mortales fueron trasladados al Oratorio desde la iglesia de las Religiosas del Caballero de Gracia, con motivo de la expropiación de edificios y tierras llevada a cabo por el Estado durante la desamortización.
Una letra de la zarzuela La Gran Vía, de Federico Chueca (1886), recuerda la imagen de ‘don Juan’ que tuvo este personaje: “Caballero de Gracia me llaman / y efectivamente soy así, / pues sabido es que a mí me conoce / por mis amoríos todo Madrid.
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