Calle de Atocha. Foto: S. Castaño. |
En tiempos de Carlos I se arregló el camino al santuario de Atocha. En el trayecto estaban la ermita de la Cruz, la de san Sebastián y más allá dos largas hileras de álamos, además de casas dispersas de campesinos. En esa época se cubrió de tierra el arroyo y hondonadas que atravesaban el paraje de la ermita de la Virgen de Tocha, así llamada por ser un campo de atocha (planta comúnmente llamada esparto) donde, según la tradición, fue escondida y luego encontrada esta imagen en el siglo VIII, durante la dominación árabe.
Desde que la corte se estableció en Madrid con Felipe II y el consiguiente aumento de la población, a mediados del siglo XVI, esta calle adquirió mayor popularidad y a su carácter religioso añadió el asistencial, por la construcción de varios conventos, residencias y hospitales con funciones benéficas. Junto a la calle de Atocha surgió la plazuela de Antón Martín, en la encrucijada de varias calles, y allí estaba la Puerta de Vallecas, llamada también de Antón Martín, abierta en la nueva cerca ordenada por el monarca para incluir aquellos y otros arrabales dentro de la Villa. Era el final de la calle y tanto la plaza como la puerta tomaron el nombre del vecino hospital de Antón Martín, nombre que daban los madrileños -por el nombre de su fundador- al hospital de San Juan de Dios, dedicado al tratamiento de enfermedades venéreas. El lugar lo ocupa hoy la iglesia de El Salvador y San Nicolás, que antes eran dos iglesias, en el número 58 de esta calle.
Calle de Atocha, siglo XVIII. Antonio Joli (Casa de Alba) |
Una nueva y última cerca que tuvo Madrid, construida en tiempos de Felipe IV, amplió el perímetro de la ciudad y la Puerta de Vallecas se desplazó más abajo, junto al paseo del Prado. La continuación de la calle de Atocha era el paseo del Prado de Atocha, que llevaba al santuario, y en sentido opuesto enlazó con otros paseos que conformaron el Paseo del Prado.
El santuario de la Virgen de Atocha, Patrona de la Corte, era visitado por los reyes cada vez de salían o volvía a Madrid, acompañados de importantes y vistosas comitivas, lo que propició el asentamiento en esta calle de importantes personajes y órdenes religiosas.
Esta histórica vía cambió definitivamente con la desamortización de Mendizábal iniciada en 1836. Su carácter eminentemente asistencial se tornó administrativo. Varios de sus conventos se convirtieron en dependencias de ministerios, como el de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, instalado en el convento de Trinitarios Calzados, donde hoy se encuentra el Teatro Calderón. A mediados de siglo la calle adquirió un gran protagonismo al ser la principal vía de comunicación entre el centro neurálgico de la ciudad y el apeadero de Atocha, de donde partieron los primeros trenes de Madrid. Unos años después el empedrado de la calle estaba surcado por los raíles de los primeros tranvías.
Lugares con historia
En el número 6 de la calle se encuentra la iglesia de Santa Cruz, levantada en parte del solar que ocupó el convento de Santo Tomás, de donde salían aquellas siniestras comitivas para celebrar autos de fe de la Inquisición en las plazas madrileñas. En el número 8 vivió durante su juventud el político y líder venezolano Simón Bolívar, a finales del siglo XVIII. En el 26 tenía su casa Jacinto Benavente, en el cuarto piso derecha, donde falleció de repente sentado en el sillón donde leía la prensa.
Iglesia de San Sebastián. Foto: F. Chorro. |
En el número 55 de la calle de Atocha se produjo el asesinato de los abogados laboralistas, en enero de 1977. Tres terroristas de extrema derecha abrieron fuego contra ocho personas en el interior del despacho de abogados. Cinco personas perdieron la vida, y cuatro quedaron malheridas, pero pudieron salvarse. Al bufete pertenecía también Manuel Carmena, exalcaldesa de Madrid, que afortunadamente no estaba allí en ese momento.
En el 87 estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, donde se imprimió en 1604 la primera edición de la primera parte del Quijote. En este lugar hubo después un albergue para niños huérfanos y, desde mediados del siglo XIX, el hospital de Incurables. Desde finales del siglo XX es centro cultural de la Sociedad Cervantina.
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