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12 diciembre, 2022

Antiguos juguetes madrileños

Muñeca, con cabello pelirrojo, vestido blanco de encaje y sombrero azul.
Muñeca Mariquita Pérez.
Madrid fue el principal centro productor de muñecas de España en los años 20 y 30 del siglo pasado, una distinción que perdió  tras la guerra civil, hasta el punto de que durante décadas desapareció su relación con uno de los hitos de la industria juguetera española: la muñeca Mariquita Pérez. Creada en 1940 por Pilar Luca de Tena y Leonor Coello de Portugal y fabricada en Madrid por Muñecas Florido, fue la muñeca más popular durante décadas.

Hasta hace pocos años se extendió la versión de que la famosa muñeca nació en la localidad valenciana de Onil. Sin embargo el libro Muñecas Florido 1917-1975, de Carmen López de Lerma, puso las cosas en su sitio.

Desde la antigüedad los juguetes más sencillos han estado al alcance de todos los niños. Se construían a base imaginación con objetos y materiales cotidianos, como tabas, canicas y figuras de barro, silbatos con huesos de albaricoque, flautas de caña o bambú, espadas y escopetas de madera, aros, pelotas y muñecas de trapo, cometas, sonajeros hechos con calabazas, animales y carruajes realizados con raíz de fresno… Eran juguetes muy habituales en las zonas rurales, aunque la mayoría prefería los juegos en grupo.  

Por su parte, los niños de la realeza y la aristocracia siempre contaron con juguetes exclusivos realizados por plateros, armeros, relojeros o ebanistas, como sonajeros y sonajas de plata, tambores, miniaturas de muebles, carruajes y armas o muñecos y animales dotados de movimiento mediante mecanismos de relojería.

Dos soldados con sus caballos y uniformes del siglo XVIII.
Soldaditos de plomo.
Los primeros juguetes artesanales para la venta general son del siglo XIX y sobrevivieron  hasta principios del siglo pasado. Eran principalmente caballitos, soldaditos de plomo, muñecas, trompetas y tambores realizados a mano con madera, tela y cartón, barro y escayola. Se vendían a un precio elevado en bazares y en las covachuelas que había bajo el atrio del desaparecido convento de San Felipe el Real, al inicio de la calle Mayor. También se vendían en puestos ambulantes con motivo de ferias, fiestas patronales y sobre todo por la festividad de los Reyes Magos. Además de tiendas y bazares, fueron puntos de venta en fechas señaladas la plaza de la Cebada, la calle de Alcalá y la calle Atocha, donde acudían a comprar vecinos de los pueblos cercanos.

Entre finales del XIX y principios del XX surgieron en Madrid y en otras ciudades (Barcelona, Valencia y Alicante) las primeras fábricas de juguetes, que hasta entonces se importaban desde países europeos donde la Primera Guerra Mundial arruinó esta industria. La fabricación en serie y el uso de materiales como porcelana, hojalata y cartón moldeable, con moldes y técnicas industriales importadas principalmente de Alemania y Francia, redujo los costes de producción y los precios de venta.

Motorista sobre su motocicleta, juguete de chapa pintada con vivos colores.
Motocicleta de hojalata.
En octubre de 1924 se celebró la primera Exposición Nacional de Juguetes, en el Palacio de Cristal del parque del Retiro, en la que participó medio centenar de empresas madrileñas y catalanas que exhibieron los juguetes más sofisticados del momento, en especial muñecas, vehículos y animales con mecanismos de cuerda y otros ingeniosos automatismos que los ponían en movimiento, haciendo las delicias de los niños y niñas de las familias acomodadas. La prensa informó del arrebato que sobrevino a un grupo de niñas de un colegio cuando vieron a una muñeca caminar sola hacia ellas. Con un entusiasmo imparable las pequeñas sobrepasaron el cordón instalado alrededor y asaltaron el puesto para ver aquella maravilla.

Entre las industrias madrileñas del juguete estaban El Castillo, Tilfanny, que inició la venta de juguetes a plazos; La Pagoda, Gros, Colombina (especializada en peluches), Luis Moreno (coches de caballos y tranvías), y las fábricas de muñecas Casa Campo, Pagés, N.A.T.I y Muñecas Florido, que evolucionaron desde la tela y el cartón pintado al duco hasta el plástico en los años 50. Entre sus creaciones, en un amplio periodo que se extiende hasta los años 70,estaban las muñecas Milly, Dorita, Sindy, Marisol, Dorabel, Pichi, el muñeco Gutiérrez, Pichuca, Bombón… así como un amplio vestuario en miniatura que se fue adaptando a cada época.

Desde tiempo inmemorial el juguete es objeto de deseo de niños y niñas, la materialización del juego, elemento imprescindible para la cultura infantil, condenado casi siempre a perecer a manos de sus pequeños propietarios que, con su curiosidad innata, hoy como ayer, tratarán de descubrir los entresijos del juguete. Y en ese proceso vital tuvo una época dorada la industria juguetera madrileña.




12 septiembre, 2022

Cuesta de Moyano, paseo de los libros

Imagen desde la parte alta de la calle, las casetas a la derecha y al fondo una esquina del Ministerio de Agricltura.
La Cuesta de Moyano. Foto: S. Castaño
Después casi cien años vendiendo libros, la Cuesta Moyano conserva el halo de encanto para los amantes de la lectura en papel. Sin duda, es un espacio privilegiado para el sosiego y la luz que requiere el hojeo de libros antiguos, que es la esencia de esta Feria de Libros.

Autores de la Generación del 98 y de la Generación del 27 se pasearon por la Cuesta Moyano buscando en su treintena de casetas libros usados, primeras ediciones o libros descatalogados que no encontraban en las librerías. Una afición que heredaron otros escritores hasta nuestros días, desde Ortega y Gasset a Gómez de la Serna, Cela, Umbral, Rosa Montero o Pérez-Reverte.. La caseta número 1 está reservada a la difusión de publicaciones del Ayuntamiento y a la organización de conferencias, talleres y otras actividades de promoción cultural. En el resto, dentro de las casetas o en los tableros exteriores frente a ellas, ocupan su lugar todo tipo de libros viejos y usados. Algunas casetas también se dedican a libros nuevos. Y al mando de todo esto, los libreros, apasionados de la bibliografía, que ilustran, asesoran y recomiendan a los visitantes sobre los libros de las materias de su especialidad.

La historia de las casetas de estos libreros de viejo comienza en la Cuesta de Moyano en 1925, situadas junto a la verja trasera del Jardín Botánico, pero antes, en 1919, se instalaron junto a la verja que da al paseo del Prado, hasta que las protestas deñ director del Botánico, obligó a los libreros a trasladarse a su lugar actual. A fin de cuentas, un cambio saludable: la Feria de Libros siguió recibiendo el sosiego necesario que le transmite el Botánico y la luz de un paseo ancho y despejado y ganó la vecindad del Parque del Retiro, al que se accede por la Cuesta a través de la Puerta del Ángel Caído.

Las casetas, de unos 15 metros cuadrados, son de madera y tienen toldos.
Casetas de los libreros. Foto: S.C.

Antes de que todo esto fuera así, en este mismo lugar se instaló el primer zoológico español, a finales del siglo XVIII, reinando Carlos III. El rey ilustrado quiso que en este entorno se dieran la mano la ciencia, la cultura y el ocio, en terrenos pertenecientes al desaparecido Real Sitio del Buen Retiro. Aquí, además del paseo del Prado, contaba con el Gabinete de Historia Natural, transformado luego en Museo del Prado; el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico y los jardines de El Retiro. Un siglo y medio después, la Cuesta de Moyano vino a reforzar el carácter cultural de este gran espacio madrileño que la Unesco proclamó Patrimonio de la Humanidad en 2021.

En los años 80 las viejas casetas pintadas de gris tuvieron acceso por primera vez a luz eléctrica, agua corriente y teléfono. En 2007 se peatonalizó por completo la calle y se colocó en la parte alta una estatua de Pío Baroja, realizada por Federico Coullaut-Valera e inaugurada en 1980. El escritor vasco era un visitante asiduo de estas casetas.

La calle vista desde la parte baja, con numerosos paseantes entre las casetas y las mesas exteriores.
Clientes y curiosos en la Cuesta. Foto: S.C.
La Cuesta de Moyano, que va desde la glorieta de Atocha a la calle Alfonso XII, está dedicada al político zamorano Claudio Moyano y Samaniego, ministro de Fomento, impulsor de la Ley de Instrucción Pública de 1857, la que más tiempo ha estado vigente en España. En la parte baja de la Cuesta se encuentra la estatua que se le dedicó en 1889, de bronce y con bajorrelieves en su pedestal, donde destaca el de los niños sentados en bancos que escuchan la lección de un ángel. Es obra de Agustín Querol, quien realizó también el grupo escultórico del majestuoso edificio que está al lado, la sede del Ministerio de Agricultura, en su día Ministerio de Fomento.

En el núcleo histórico, artístico y cultural de Madrid, la Cuesta Moyano sigue siendo un lugar entrañable, alejado del estrés y los ruidos, donde sólo hay libros.

31 mayo, 2022

Históricos caminos de ronda de Madrid

Ronda de Atocha desde el Museo Reina Sofía, con un retrato de Dalí en su fachada.
Ronda de Atocha. Foto: F. Chorro.
En el mapa callejero de Madrid, los viejos caminos de ronda, como trazas indelebles de los antiguos límites perimetrales de la ciudad, recuerdan a las llamadas hoy vías de circunvalación. Estos caminos alrededor de la ciudad, que en algunos casos conservan el nombre de rondas, corrían entre el caserío madrileño y la tapia o cerca que mandó construir Felipe IV, en 1625, ampliando mucho los límites urbanos de la tapia iniciada por su abuelo, Felipe II, en 1598.

La nueva cerca de Felipe IV tenía sobre todo una función fiscal (controlar el pago de impuestos de los productos que entraban a la ciudad) más que defensiva, pero también quería acotar el crecimiento acelerado de la ciudad, que se venía produciendo desde que la Corte volvió a Madrid en 1606, tras cinco años en Valladolid. Con ocasión de epidemias servía para ejercer un control de acceso a la Villa. El nuevo perímetro de Madrid se terminó de construir hacia 1649 y tenía unos 10 kilómetros de longitud (aproximadamente lo que hoy es el distrito Centro) más el recinto del palacio del Buen Retiro. Acogía en su interior los nuevos barrios y apenas hubo crecimiento de la urbe durante más de 200 años.

Era una tapia de ladrillo y arena apisonada, con cimientos y base de pedernal y mortero de cal y arena que no llegaba a un metro de grosor y unos cuatro metros de altura, aunque sus dimensiones variaban en algunos tramos. Se financió mediante una sisa o impuesto al comercio de cada arroba de vino. Un bando municipal imponía severas condenas a quien saltara, rompiera o abriera huecos en la tapia, dependiendo de si era o no ‘persona de calidad’: multa de dos mil ducados y seis años de destierro, en el primer caso; o doscientos azotes y seis años en galeras, en el segundo.

Edificios antiguos y modernos junto a una vía rápida con varios carriles para vehículos.
Calle Carranza. Foto: A. Castaño.
La ronda que discurría pareja facilitaba las tareas de vigilancia, permitía el acceso rápido de una zona a otra y era paso habitual de carruajes y ganados, por ello estaba prohibido construir en esos espacios, aunque esto no siempre se cumplió. Había cinco puertas principales en la que se pagaban los impuestos: Alcalá, Toledo, Atocha, Segovia y la Puerta de los Pozos de Nieve (más tarde Bilbao). Las rondas, como las puertas, tomaron su nombre del camino exterior al que conducían. La tapia se derribó en 1868 permitiendo por fin la expansión de Madrid por los caminos, dejando atrás puertas y portillos que con el tiempo desaparecieron del paisaje urbano, con algunas excepciones.

Los caminos de ronda y por tanto la línea de la tapia de Felipe IV configuran buena parte el plano callejero de Madrid, como ocurrió con el trazado de las antiguas murallas, que al desaparecer se convirtieron en calles de trazado peculiar, como vemos en las cavas y otras vías. Sobre el plano actual, partiendo del núcleo histórico del Madrid, la tapia y el camino de ronda salían del antiguo alcázar por la cuesta de la Vega hacia la calle Segovia (Puerta de Segovia) y se extendía por el sur con los nombres de rondas de Segovia, Toledo, Valencia y Atocha, a continuación una de la otra, formando un arco. 

La anchura de los antiguos bulevares permite contar con carril taxi y carril bici en esta calle.
Calle Alberto Aguilera. Foto: A. Castaño.
La ronda de Segovia llega hasta la Puerta de Toledo y a partir de ahí corre la ronda de Toledo hasta la glorieta de Embajadores. La ronda de Valencia arranca de la glorieta de Embajadores hasta la ronda de Atocha. Como separación entre ambas rondas existió el portillo de Valencia en lo que fue prolongación de la calle Lavapiés, hoy calle Valencia. El trayecto continúa por la ronda de Atocha y se prolonga hasta la glorieta de Atocha (plaza del Emperador Carlos V), donde estaba la Puerta de Atocha. Siguiendo el callejero actual, la tapia giraba al este rodeando amplios terrenos despoblados en los que estaban el convento de Atocha y el palacio del Buen Retiro, hasta llegar a la antigua Puerta de Alcalá. En dirección norte, continuaba por Serrano, incluyendo el recinto del desaparecido convento de Agustinos Recoletos, hasta la plaza de Colón, donde se abría la Puerta de Recoletos.

Desde ahí las rondas ascendían en dirección oeste, trazando una línea recta sobre la que, a finales del siglo XIX, se diseñaron los bulevares de Madrid, como modernas vías de comunicación: Génova (ronda de Recoletos) hasta Alonso Martínez (portillo de Santa Bárbara), calle Sagasta (ronda de Santa Bárbara) hasta la Puerta de los Pozos de Nieve (calle Fuencarral) y Carranza (Ronda de Fuencarral), y más allá se adentraba en calle San Bernardo (Puerta de Fuencarral). Luego seguía un tramo por Alberto Aguilera y giraba hasta el portillo de Conde Duque, cruzaba Princesa (portillo de San Bernardino), Ventura Rodríguez, Ferraz, bajaba la cuesta de San Vicente (Puerta de San Vicente) y bordeaba el Campo del Moro por el paseo de la Virgen del Puerto hasta volver a la cuesta de la Vega.

08 marzo, 2022

Una madrileña, primera aviadora española

Sentada a los mandos de una avioneta en 1928.
María, 1928 (Ricardo Martín/Gure Gipuzcoa)
La madrileña María Bernaldo de Quirós fue la primera aviadora española. Hizo realidad su sueño (“volar con mis  propias alas”) contraviniendo los convencionalismos de una época que relegaba a la mujer al papel tradicional de madre y esposa. Consiguió el título de piloto de aviación civil en 1928, cuando tenía 30 años, en la escuela de pilotos del Real Aero Club de España, en el aeródromo de Getafe.
 
En esa época, entre obstáculos y reticencias de una añeja sociedad patriarcal, había empezado a despuntar la ‘mujer moderna’  y sus primeros pasos hacia la igualdad de hombres y mujeres.

El instructor de vuelo de María, el capitán de infantería y piloto militar Díaz de Lecea la consideraba “una excepción”. Era, sin duda, una mujer resuelta, que apuntaló sus decisiones desde su posición privilegiada como hija de aristócratas. Sin embargo, ella no se consideraba una mujer ejemplar ni feminista, pero tenía la convicción de que luchar por sus ideales merecía la pena. Una certeza arraigada en el movimiento por la igualdad de género acentuado en toda Europa tras la Primera Guerra Mundial.   

Era la única mujer en el grupo de 18 alumnos del curso de aviación. Sus compañeros de Getafe la llamaban cariñosamente ‘Miss Golondrina’, pero a diferencia de ellos el carnet de piloto no le autorizaba a volar como socia del Real Aero Club, cuyos estatutos prohibían pilotar a las mujeres. Tendría que volar en su propio aeroplano. Así que cuando la firma inglesa de aeronáutica De Havilland le propuso en 1929 comprar a mitad precio una avioneta DH-60 Moth, como la que había servido para su instrucción, a cambio de realizar en España vuelos de promoción de la marca, María aceptó enseguida.

La pionera madrileña prodigó sus andanzas aéreas en actividades promocionales por distintos aeródromos, demostraciones, clases de vuelo y festivales aéreos, además del apadrinamiento de nuevas aviadoras. Era muy consciente de las dificultades y sinsabores de las mujeres para lograr una meta personal o profesional más allá del marco impuesto durante siglos. En sus dos primeros años como aviadora, más de 200 mujeres recibieron su bautismo aéreo a bordo del aeroplano de la madrileña, no así los hombres, que rehusaban volar con una mujer a los mandos.

Con la llegada de la Segunda República y la aprobación en 1932 de la ley del divorcio, María Bernaldo de Quirós se divorció en 1933 de José Manuel Sánchez-Arjona, su segundo marido (el primero falleció en 1920), un hombre conservador que fue alcalde de Ciudad Rodrigo (Salamanca), ciudad en la que vivió María hasta volver a Madrid tras su separación.

El divorcio fue uno de los hitos de la época. Además del mutuo acuerdo de separación de los cónyuges, permitía la solicitud de manera individual y libre hasta en 13 supuestos, siendo el de malos tratos el más invocado, en muchos casos por la oposición violenta del marido a las aspiraciones de la esposa.

La guerra civil ensombreció el panorama y las posibilidades de progreso y también truncó la carrera de nuestro personaje. Algunas versiones apuntan, en base al círculo social de la aviadora, que colaboró como enlace para el bando franquista, aunque sin aportar datos suficientes. Lo que está claro, por encima de otras cuestiones, es que María Bernaldo de Quirós iba por delante de su tiempo, abrió brechas que terminaron rompiendo los viejos moldes mucho tiempo después. El retrógrado ideario franquista condenó al olvido a una mujer que, como otras mujeres excepcionales de su época, fue un ejemplo, aún poco conocido, de la voluntad femenina de vivir en una sociedad más justa.
María Bernaldo de Quirós Bustillo falleció en Madrid en1983.

06 febrero, 2022

Luis Aragonés, mito del Atlético de Madrid y de la Selección Española

El jugador de fútbol Luis Aragonés vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid.
Luis Aragonés, con el Atlético.
Leyenda del Atlético de Madrid y del fútbol nacional, Luis Aragonés, llamado El sabio de Hortaleza, como futbolista y entrenador no dejó indiferente a nadie, defendía sus valores con tesón, sinceridad y un fuerte carácter, lo que en ocasiones le acarreó polémicas y enfrentamientos con personajes del mundillo, pero también se ganó el cariño y reconocimiento de sus compañeros y de la afición.

Jugó en el Getafe, Recreativo de Huelva, Oviedo (con el que debutó en Primera División y marcó 20 goles), Betis y Atlético de Madrid. En 1961 fichó por el Betis cedido por el Real Madrid, equipo con el que no llegó a jugar. Después de tres temporadas con los verderones fichó por el Atlético de Madrid, donde Luis, como era conocido, ganó tres títulos de Liga (1966, 1970 y 1973), dos Copas (1966 y 1972) y fue máximo goleador de la Liga en la temporada 1969-70, empatado con su compañero Gárate y con Amancio, del Real Madrid.

En el equipo colchonero estuvo hasta 1974, año en que un gol suyo en la final frente al Bayern de Munich estuvo a punto de dar al Atleti su primera Copa de Europa, pero los alemanes empataron y en el partido de desempate (por entonces no se resolvía con penaltis) ganó el Bayern.

Vistió por primera vez la camiseta de la selección española en 1965. Fue 11 veces internacional y se le conocía cariñosamente como ‘Zapatones’. Jugaba de centrocampista, definido por su maestría, y era buen organizador. Su especialidad eran los disparos a balón parado desde fuera del área.

El entrenador durante una entrevista, con gafas y chándal.
El sabio de Hortaleza, época de entrenador.
En 1974 se convirtió en técnico del Atlético de Madrid y en la siguiente temporada ganó la  Copa Intercontinental y posteriormente sumó una Liga y una Copa. También dirigió al Barcelona (campeón de la Copa del Rey en 1988); al Español, Sevilla (clasificado para la Copa de la UEFA), Valencia y Betis.
En la temporada 2001-2002 volvió a dirigir al Atleti y siguió en el club otra temporada más. La siguiente se puso al frente del Mallorca, consiguiendo la permanencia del equipo y alcanzar los octavos de final de la Copa de la UEFA. Luis ya había dirigido antes al Mallorca (2000-01), que logró la tercera posición en la Liga y se clasificó para la Champions. Fue el último equipo que dirigió el Sabio antes de comandar a la Selección Española de Fútbol, en 2004. El año anterior recibió un homenajeado en el distrito de Hortaleza, donde se puso su nombre a un centro deportivo municipal.

Como entrenador consiguió 10 galardones, los principales al frente del Atlético de Madrid: una Copa Intercontinental (1974), una Liga (1977), tres Copas del Rey (otra con el Barcelona, 1988) y una Supercopa (1985). 

A partir de 2004 encarriló a la selección española cuando más lo necesitaba, hasta alcanzar uno de sus victorias más recordadas, la Eurocopa 2008, antecedente del Mundial de Sudáfrica en 2010 y de la Eurocopa 2012, ambos con Vicente del Bosque como seleccionador.

Tras el triunfo de 2008, Luis dejó la selección nacional para entrenar al turco Fenerbahçe. Poco después fue elegido Mejor Seleccionador de 2008 por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), siendo el primer español en conseguir este galardón. En 2011 rechazó una oferta para ponerse de nuevo al frente del Mallorca y en 2013 anunció su retiro.

Luis Aragonés Suárez, que sigue encabezando la lista de entrenadores con más partidos dirigidos en Primera División, un total 757, falleció en Madrid el 1 de febrero de 2014. Entre otros homenajes  en Madrid, hay uno cerca de la casa donde nació el 28 de julio de 1938, un monolito al “vecino ilustre de Hortaleza y mito del fútbol”. También se puso el nombre de Luis Aragonés a la plaza de acceso a la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. En estas instalaciones se inauguró en 2015 una escultura en su honor a la entrada de una sala que lleva su nombre.

Un nuevo reconocimiento a su legado llegó en octubre de 2021 con la inauguración de una gran estatua de bronce dedicada al Sabio de Hortaleza junto al estadio Wanda Metropolitano, al que se accede por la avenida Luis Aragonés. La estatua, obra de la escultora Alicia Huertas, con un coste de 130.000 euros, fue costeada por miles de aficionados del Atlético de Madrid y aún sobraron más de 14.000 euros, que se donaron a la Asociación Española Contra el Cáncer.