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10 octubre, 2016

Barrio de Tetuán, su origen en la guerra de África

Entrada de Metro con el nombre de Tetuán, zona de numerosos comercios de todo tipo.
Bº de Tetuán, calle Bravo Murillo (A.Castaño)
El barrio de Tetuán se creó coincidiendo con el Ensanche de Madrid a mediados del siglo XIX, pero no era parte del plan urbanístico proyectado para ampliar la ciudad, sino que surgió de manera casi espontánea. Llamado antes Tetuán de las Victorias, se originó tras la victoria española contra Marruecos en la guerra de África (1859-1860) en la que participaron unos 25.000 soldados españoles dirigidos por el general O’Donnell, presidente del Gobierno, y sus jefes militares Prim, Echagüe y Rosa de Olano, entre otros.

La noticia de la victoria del Ejército español en la batalla de Wad-Ras y el fin de la guerra, en marzo de 1860, se celebró con grandes festejos en Madrid. Las tropas españolas llegaron a la capital en el mes de mayo y acamparon en la Dehesa de Amaniel, hoy Dehesa de la Villa, a la izquierda de la carretera de Francia, hoy calle de Bravo Murillo. La ciudad se engalanó para recibir a los soldados, aclamados por los madrileños desde la estación de tren hasta su campamento, un recorrido en el que emplearon varias horas. A la Dehesa de Amaniel se desplazaron la reina Isabel II y miles de madrileños, la mayoría en los ómnibus facilitados por el Ayuntamiento, para felicitar a los soldados. 


Oleo del desfile de tropas,flanqueadas por los oficiales a caballo y numeoso público..
Desfile ante el Congreso. M.del Romanticismo
Madrid se convirtió en una fiesta, con bailes, toros, fuegos artificiales y desfiles militares frente al Palacio Real y el Congreso de los Diputados, mostrando las banderas, estandartes y armamentos confiscados al enemigo. Cinco años después, en 1865, el bronce de los cañones capturados en la batalla de Wad-Ras se fundió para realizar los leones que flanquean la puerta del Congreso de los Diputados.

La acampada de los soldados en la zona de la Dehesa de la Villa se prolongó en el tiempo, ya que no se sabía bien qué hacer con ellos. Poco a poco en sus inmediaciones se fueron instalando puesto de comida, ropa y merenderos. La coincidencia en el tiempo con el Ensanche de Madrid, y el encarecimiento de los terrenos incluidos en este plan urbano, hizo que miles de inmigrantes que llegaban de toda España y no podían comprar un piso en el Ensanche se instalaran en el extrarradio, más allá de los límites del Ensanche.

Los barrios del extrarradio surgieron junto a las carreteras de entrada a Madrid. En la zona del asentamiento militar se creó el de Tetuán de las Victorias, junto a la carretera de Francia; el de las Ventas del Espíritu Santo en la de Alcalá y Aragón, el arrabal de Puente de Vallecas en la carretera de Valencia, el de Puente de Toledo en la de Andalucía, el de Prosperidad en la de Hortaleza y los de San Isidro y Puente de Segovia en la de Extremadura. Estos núcleos de población, de casas levantadas por los propios habitantes con adobes, se extendieron hasta alcanzar los pueblos vecinos, que fueron anexionados por la capital a mediados del siglo XX.

Calle típica del barrio con antiguas casas bajas de ladrillo.
Una calle del barrio de Tetuán (Andrea Castaño).

El barrio adoptó el nombre Tetuán de las Victorias, en recuerdo de la ciudad marroquí tomada por los españoles en la guerra de África hasta que se cumplieron las condiciones del tratado de paz, firmado en esta ciudad. El acuerdo permitió a España ampliar el perímetro de Ceuta y la anexión del territorio de Ifni.

Muchas de las calles de este barrio madrileño tomaron los nombres de las batallas de la guerra de África y de sus jefes militares, nombres ya sustituidos en muchos casos. Todavía se conservan numerosas viviendas de estilo neomudéjar, algunas con patio, últimos testigos de lo que fue este barrio antiguamente.


01 octubre, 2016

Leyenda del soldado de la calle Barbieri

Estrecha calle, con edificios de tres alturas con balcones.
Calle Barbieri.
La calle de Barbieri se llamaba antiguamente calle del Soldado, por una historia horrible sucedida en aquel arrabal del siglo XVII entre un soldado y una joven de familia acaudalada.

Dice la tradición que un soldado estaba enamorado de María de la Almudena Goutili, que así se llamaba la joven. El soldado siempre que podía la cortejaba, pero ella no mostraba el menor interés por su galanteo. Le propuso matrimonio, pero ella trató de quitarle toda esperanza manifestándole su deseo de ser monja y su próximo ingreso en un convento. El joven no se rindió y contrató a un pintor para que le pintase con el uniforme de gala en uno de los pilares de la cerca del convento de Mercedarias Descalzas. Así ella le tendría presente siempre que pasara por allí. Todo fue en vano, la joven sólo deseaba vestir el hábito de religiosa.

El soldado, que según pasaban los días estaba cada vez más enfurecido y avergonzado por el rechazo de la joven, perdió la cabeza y decidió asesinarla. Un día que la chica regresaba a su casa, el joven la abordó junto a la cerca del convento y le dio una puñalada mortal. A continuación le cortó la cabeza, la ocultó en un saco que puso en el torno del convento donde la chica pensaba ingresar y salió corriendo. 
La monja encargada del torno recibió con espanto el bulto ensangrentando y lo dejó en el suelo. A sus gritos acudieron otras monjas que descubrieron con horror y entre llantos la cabeza de María de la Almudena.

El asesino fue detenido en la calle por lo ensangrentado que iba y conducido al cuartel, ante su capitán, a quien confesó  su crimen. Fue encerrado en el calabozo y poco después entregado a la justicia madrileña, que le condenó a morir en la horca, como correspondía a este tipo de crímenes. Pasó sus últimos días encadenado, cada vez más desesperado y excitado, hasta volverse loco por haber cometido el mayor de los pecados. Dicen que finalmente una de las monjas consiguió que se serenara y se preparara para afrontar la muerte. Al soldado le contaron lo que, según la leyenda, había sucedido en esos días en el convento: María de la Almudena, que había sido enterrada en el convento vestida de monja, se había aparecido a varias de las religiosas y había manifestado la alegría y felicidad que experimentaba su espíritu.
  
Vista parcial de la plaza desde su boca de Metro. Al fondo algunas sombrillas de las terrazas y casas de vecinos de cinco alturas.
Plaza de Chueca. Foto: R. Molano.
La sentencia de muerte se cumplió en el lugar habitual, la Plaza Mayor. Al cadáver se le mutiló la mano, que fue clavada en un palo y colocada en el lugar del crimen, donde fue borrado el retrato del soldado.

Por estos sucesos, aquella fue llamada la calle del Soldado. En 1894 cambió el nombre a calle Barbieri, en honor al célebre compositor madrileño Francisco Asenjo Barbieri.

La calle del Soldado acogió uno de los edificios más conocidos de su época, la Casa de Expósitos, también llamada la Inclusa, en un edificio que luego fue cárcel de mujeres y llamaban Galera Vieja. Allí iban a parar los niños huérfanos o abandonados por sus padres. De aquella inclusa salieron los 10 niños que formaron parte de la expedición sanitaria de la vacuna de la viruela, que partió a América en 1803 para prevenir la terrible plaga. 

La calle del Soldado (hoy Barbieri), San Antón (hoy Pelayo), Belén, San Lucas, San Gregorio y Válgame Dios, entre otras, conforman el animado y céntrico barrio de Chueca. En aquellos tiempos formaban parte de los llamados ‘barrios bajos’, aunque estaban en la parte alta del Madrid de la época. Eran las calles preferidas de los chisperos (herreros) y vendedores de objetos de hierro, personajes de tantas historias en la literatura costumbrista madrileña.