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29 abril, 2014

Madrid, 2 de mayo de 1808. Héroes de la Guerra de la Independencia

Goya plasma con toda expresividad y colorido la encarnizada lucha, apuñalamiento de jinetes que tratan de abrirse paso a golpe de espada ante una multitud enfurecida
Fragmento de La lucha con los mamelucos, de Goya.
A las nueve mañana del 2 de mayo de 1808 varios cientos de madrileños se concentraron frente el Palacio Real. Querían impedir que los últimos representantes de la monarquía española fueran enviados a Francia, donde hacía varias semanas estaban el rey Carlos IV, el heredero Fernando VII y otros miembros de la familia real, engañados por Napoleón tras el Motín de Aranjuez. Por orden de Napoleón y pese a la oposición de la Junta de Gobierno española, todo estaba previsto para que ese día abandonaran la capital María Luisa, hija de Carlos IV, su hijo Carlos Luis, y el hijo menor de Carlos IV, el infante Francisco de Paula Antonio.

Sobre las diez de la mañana ya eran unos dos mil los madrileños concentrados, muchos armados con navajas, pinchos y palos. Llegó por allí una patrulla de soldados franceses y se produjo un enfrentamiento con la multitud en el que murieron los soldados. Fue la ocasión, para lugarteniente de Napoleón en España, el general Murat, de doblegar al pueblo de Madrid, que desde el principio desconfiaba de sus intenciones en la capital. Mandó al Palacio Real a un batallón de granaderos que disparó contra la gente con piezas de artillería, causando numerosos muertos y heridos. La gente se dispersó hacia la Puerta del Sol y se produjeron peleas en las calle Bailén y alrededores. 

Soldados y civiles madrileños disparan sus cañones y caen malheridos a las puertas del cuartel. Una escena dramática en medio del humo que expresa la firme voluntad de quienes no se rinden.
La defensa del cuartel de Monteleón, de Sorolla.

Hacía las doce de la mañana, Murat ordenó a los soldados de caballería mamelucos (mercenarios egipcios) acantonados en El Retiro que marcharan hacía el Palacio Real, pero al llegar a la Puerta del Sol se encontraron con una multitud de madrileños enfurecidos por lo que estaba pasando. Al intentar abrirse paso se produjo una feroz lucha cuerpo a cuerpo, inmortalizada por el pintor Francisco de Goya en su cuadro La lucha con los mamelucos. También se peleó en la calles Mayor, Atocha y Santo Domingo. Las mujeres arrojaban desde las ventanas macetas, muebles, latas de petróleo ardiendo y aceite hirviendo contra los soldados franceses. 


Otros protagonistas o testigos de estos sucesos fueron corriendo hasta el antiguo parque de Artillería de Monteleón (en lo que hoy es el barrio de Malasaña) para pedir armas y reforzar la posición. Allí, unos 40 militares y 150 civiles, a las órdenes de los capitanes Daoiz y Velarde y el teniente Ruiz, resistieron heroicamente hasta que los franceses consiguieron tomar el cuartel. Mientras, el grueso del ejército español se hallaba en el norte del país y en Andalucía donde se esperaba un ataque de Inglaterra. 


Desde octubre de 1807, el ejército francés atravesaba España con el pretexto de impedir un posible desembarco de los ingleses (enemigos de España y Francia) en las costas españolas o portuguesas. A Madrid llegaron unos 10.000 soldados el 23 de abril de 1808, ocupando lugares estratégicos de la ciudad, otros 20.000 se situaron en los alrededores y varios regimientos en Aranjuez y Toledo. Abandonado por el rey, el ejército y las clases poderosas, el pueblo de Madrid comprendió enseguida la artimaña de Napoleón y la jornada del Dos de Mayo inició una guerra que duró cinco años.  


Represión y fusilamientos
En la noche, a la luz de los faroles de los soldados, los condenados están en el último instante antes de morir fusilados. El horror y llantos de unos se mezcan con la entereza de la figura principal, de camisa blanca, que abre sus brazos con entereza.
Los Fusilamientos, Goya. Museo del Prado

Durante los cinco horas iniciales del levantamiento popular de 1808 murieron muchos soldados franceses y unos mil madrileños. A éstos se sumaron las víctimas de la cruel y vergonzosa represión organizada por Murat, que ordenó la detención y fusilamiento de todos los participantes en los hechos, especialmente en los del cuartel de Monteleón, y de quienes portaran armas, lo que sirvió de excusa para detener en muchos casos a personas que, por su trabajo, llevaban tijeras, navajas y otras herramientas.

Obelisco de granito que se alza sobee un mausoleo decorado con figuras alegóricas. El conjunto se levanta sobre una escalinata.
Obelisco. Foto:F.Chorro

Durante tres noches, desde la madrugada del 3 de mayo, se sucedieron los fusilamientos de los detenidos, en el patio de la antigua iglesia del Buen Suceso (en la Puerta del Sol), en la Casa de Campo, en el paseo del Prado, cerca del Retiro o en la montaña del Príncipe. Goya dejó constancia de estos hechos con todo el dramatismo reflejado en el cuadro Los fusilamientos del 3 de mayo.


En el mes de julio llegó a Madrid el hermano de Napoleón, José Bonaparte, y ocupó el trono de España con el nombre de José I. Para los españoles era 'Pepe Botella', el rey intruso. Pero la  chispa de Madrid ya había prendido en todo el país, primero con la declaración de guerra del alcalde de Móstoles, y después de otras ciudades contra José Bonaparte, que en 1910 decía en una carta refiriéndose a España: “es como un león, tratada de manera racional se dejaría conducir por un hilo de seda, pero ni un millón de soldados podría aplastarla con su poderío militar”. José I abandonó definitivamente España el 28 de mayo de 1813.
 

En memoria de los héroes y patriotas

En recuerdo y homenaje a los patriotas que murieron por la independencia de España se dio el nombre de Daoiz, Velarde, Ruiz y Malasaña a varias calles próximas a la madrileña plaza de Dos de Mayo y en el paseo del Prado se levantó en 1860 un obelisco-mausoleo que es visitado por los madrileños cada 2 de mayo. En la plaza del Dos de Mayo se encuentra el arco de entrada al cuartel de Monteleón, acompañado de un grupo escultórico en mármol que representa a los capitanes Daoiz y Velarde, obra de Antonio Solá (1822). En la plaza del Rey se levantó una estatua al teniente Ruiz, obra de Mariano Benlliure (1891). Otro homenaje ‘Al Pueblo del Dos de Mayo de 1808’ es el de la plaza de España, uno de los grupos escultóricos más bellos de la ciudad, obra de Aniceto Marina (1908).

21 abril, 2014

Marqués de Cubas, el alcalde más breve

Xilografía de la época que muestra el busto del marqués de Cubas. Luce bigote y larga perilla blancos..
Marqués de Cubas
El marqués de Cubas, Francisco de Cubas y González-Montes, fue el alcalde más efímero de Madrid, su mandato duró sólo 25 días, sin embargo es recordado por la historia por el prestigio y la honestidad de sus acciones. Llegó a la alcaldía de Madrid a los 64 años, en sustitución de Alberto Bosch, cuyo mandato había estado salpicado de corrupción. Una de sus primeras medidas fue eliminar a los funcionarios corruptos del periodo anterior.

En el breve periodo en el que el marqués de Cubas estuvo al frente de la Alcaldía de Madrid (del 6 de noviembre al 1 de diciembre de 1892) fueron pocos los actos relevantes, entre otros la inauguración de la Biblioteca Nacional o el inicio de una memoria sobre el Presupuesto Municipal. Al finalizar sus días en el Ayuntamiento renunció al sueldo correspondiente, aunque esto no fuera un sacrificio para un hombre rico como él.


En 1900, el Ayuntamiento de Madrid puso su nombre a la calle que va desde la calle de Alcalá a la plaza de las Cortes. Esta calle primero se llamó Jardines y desde el siglo XVII calle del Turco, porque en ella se alojó el embajador de Turquía. En ella fue tiroteado en 1870 el presidente del Gobierno Juan Prim, que murió pocos días después en circunstancias sometidas a debate, a raíz de las últimas investigaciones.


Arquitecto y hombre de negocios, el Marqués de Cubas destacó en su faceta profesional como representante del estilo neogótico en la arquitectura religiosa. En Madrid, donde dirigió, a veces de manera gratuita, la construcción de edificios de viviendas, introdujo el uso del yeso y la escayola en la ornamentación. Destacan entre sus obras la iglesia y convento de las Salesas Reales (Santa Engracia, 18), el Museo Antropológico del doctor Velasco, hoy Museo Nacional de Antropología (Alfonso XII, 68), la iglesia del Sagrado Corazón o el convento de las Siervas de María. Además, fue el encargado del proyecto de la catedral de la Almudena, que luego fue reformado. También son obras suyas el colegio y capilla del Sagrado Corazón y la Universidad de Deusto, ubicados en Bilbao, o el mausoleo del duque de Alba, en Salamanca.


El marqués de Cubas nació en Madrid en 1826. Fue pensionado en Roma y en 1858 obtuvo la Primera Medalla en la Exposición Nacional. En 1870 ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que fue presidente de la sección de Arquitectura.


Gran parte de su fortuna la dedicó a obras benéficas, por lo que el papa León XIII le concedió el título de marqués de Cubas. Falleció en Madrid en 1899. Sus restos y los de su esposa, Matilde Erice y Urquijo, se hallan en la Catedral de la Almudena, edificio al que se dedicó, casi en exclusiva, durante sus últimos años. 

08 abril, 2014

Semana Santa, arte y tradición en las procesiones

La imagen de Jesús de Medinaceli viste túnica morada con ricos bordados dorados, los brazos doblados junto al abdomen y las muñecas atadas por cuerda. En la cabeza, una corona de espinas y larga melena de cabello natural.
Jesús de Medinaceli. Foto: Archidiócesis 
Las procesiones de la Semana Santa de Madrid son una exhibición del mejor arte religioso desde el siglo XVII hasta nuestros días. Estas obras de arte fueron talladas por maestros imagineros como Mariano Benlliure, Salvador Carmona o Alonso de Mena, aunque curiosamente algunas de las imágenes más famosas son de autores desconocidos. 

Esculturas barrocas que conmemoran la pasión y muerte de Cristo, pasos que recorren la ciudad al ritmo de cornetas y tambores, impregnados del aroma de flores y velas, ante cientos de miles de madrileños fieles a una de las tradiciones más arraigadas.    

La imagen procesional que cuenta con más seguidores es la imagen de Jesús de Medinaceli, una escultura de 1,73 metros de altura tallada en el siglo XVII por un imaginero desconocido, aunque hay quienes apuntan que, por sus características y los minuciosos detalles anatómicos de la cabeza, manos y pies, su autor podría ser Luis de la Peña o Francisco de Ocampo. Esta escultura lleva peluca de cabello natural, una tradición castellana, aunque bajo ella tiene el pelo tallado, y dispone de articulaciones en los hombros para facilitar la puesta de su túnica de terciopelo morado.   

La imagen de Jesús de Medinaceli se talló en Sevilla y fue trasladada a una de las plazas españolas del norte de África, donde años después fue robada por los musulmanes y rescatada 40 años más tarde por los Trinitarios a cambio de 30 monedas de oro, según la tradición. De allí pasó a Madrid, al desaparecido convento de Santa Bárbara y luego a la capilla que le dedicó el duque de Medinaceli, de donde procede su nombre. Durante la guerra civil fue enviada, junto a otras obras de arte, a Ginebra para salvaguardarla. La procesión sale el Viernes Santo, a las 19,00, desde la basílica de Jesús de Medinaceli, en la plaza de Jesús.  
Los costaleros de Jesús Nazareno el Pobre, vestidos con su túnica morada, se distribuyen en filas y cargan el paso cuidadosamente para sacarlo de la iglesia.
Costaleros sacando el paso de Jesús Nazareno 'El Pobre'

Jesús Nazareno ‘el Pobre’

Otra procesión que mueve a multitud de fieles es la de Jesús Nazareno ‘el Pobre’, también de autor anónimo. Algunos estudiosos atribuyen la autoría al imaginero, Juan de Astorga, en Sevilla a finales del siglo XVIII, pero otros defienden que se trata de una obra anterior a esa fecha. Dicen que como este nazareno era muy visitado por gente humilde se le puso el sobrenombre de ‘El Pobre’, aunque otros indican que este apelativo trata de diferenciarlo de Jesús de Medinaceli,  también llamado ‘El Rico’. 

Esta escultura, que representa a Jesús presentado por Poncio Pilatos ante el pueblo, no tiene el pelo tallado, sino que se hizo para llevar pelo natural. Su paso lleva el suelo forrado con claveles y pesa unos 1.200 kilos. Sacarlo de la iglesia es una labor difícil, sus 42 costaleros, vestidos con túnica morada y guantes blancos, han de agacharse debido a las pequeñas dimensiones de la puerta.  La imagen fue regalada en 1812 por la duquesa viuda de Santiesteban a la iglesia de San Pedro ‘El Viejo’ (Nuncio, 14), de donde sale la procesión el Jueves Santo a las 19.00. 

El Gran Poder y La Macarena

La de Jesús del Gran Poder es una talla de 1942 del imaginero sevillano José Manuel Rodríguez Fernández-Andes. Es un paso completamente dorado y muy recargado de relieves barrocos y figuras del Antiguo y Nuevo Testamento.  La de María de la Esperanza Macarena es una imagen de candelero, que en el vocabulario cofrade quiere decir es una medio cuerpo que se apoya sobre un armazón de madera que va cubierto con el manto, en este caso, verde con bordados de hilos de oro. 
El Divino Cautivo.

Es una obra de Antonio Eslava Rubio, de 1965, copia exacta de la  Macarena de Sevilla. Va bajo palio, un dosel que lleva bordado en plata la imagen de la Virgen de la Almudena. Es también un paso muy grande, movido por 36 costaleros que van tapados por los faldones del paso. Esta procesión sale de la Colegiata de San Isidro (Toledo, 37) el jueves Santo a las 20,00.

El Divino Cautivo, de Benlliure

El escultor valenciano Mariano Benlliure es el autor de El Divino Cautivo, de 1944, una obra sin textiles que es una de las mejores imágenes de la Semana Santa madrileña por su realismo y minuciosidad. La imagen recuerda el momento en el que Jesús está ante sus captores en el Monte de los Olivos. El paso contiene viñetas en relieve con escenas de la vida de Jesús. Es el único de Madrid que sale dos veces en procesión, el jueves (19,00) y el viernes (19,30), desde el colegio Calasancio de los Escolapios (General Díaz Porlier, 58), en el barrio de Salamanca.

Cristo de la Fe y del Perdón

La obra más valorada por muchos desde el punto de vista artístico es el Cristo de la Fe y del Perdón, un crucificado tallado por el imaginero sevillano Luis Salvador Carmona en el siglo XVIII. Las andas sobre las que se apoya la cruz se tallaron en Sevilla por Manuel Guzmán Bejarano y están iluminadas por cuatro largas y gruesas velas de color oscuro. En la misma procesión va también, bajo palio de plata y bordados, una Dolorosa de 1996, tallada por el sevillano Juan Manuel Miñarro. La fina obra de orfebrería  y bordados se deben a los sevillanos Manuel de los Ríos y Francisco Carrera Iglesias, respectivamente. El paso está iluminado por numerosas velas y varios faroles. 
El paso representa a Jesús cargando la cruz. Va muy adornado con flores rojas y moradas e iluminado por muchos faroles.
Paso de Jesús de la Salud o de 'Los Gitanos'.
Es la primera procesión de la Semana Santa de Madrid. Sale el Domingo de Ramos desde la Basílica de San Miguel (San Justo, 4) y discurre por el Madrid de los Austrias, por plazas emblemáticas como la de la Villa, Santiago, Ramales, Oriente, Isabel II y Puerta Cerrada, entre otras, hasta volver a la basílica, sede de la hermandad, llamada popularmente ‘Los Estudiantes’. 

La Soledad, el último paso

El último paso de la Semana Santa madrileña es de Nuestra Señora de la Soledad, una Dolorosa de Juan Pascual de Mena del siglo XVIII. Le acompaña un Cristo Yacente, obra del siglo XX de los talleres Olot. Ambos pasos salen el Sábado Santo y en ella suela haber banda de tambores. Hay otras imágenes importantes y que despiertan gran admiración durante la Semana Santa, como la de Jesús de la Salud, también llamado de ‘Los Gitanos’, el Cristo de los Alabarderos o la Virgen Dolorosa, entre otras.


02 abril, 2014

José María Rodero, protagonista del teatro español del siglo XX

El actor José María Rodero en el papel de jurado popular, con traje gris y corbata, el rostro sereno, pero firme, es el único que cree en la inocencia del acusado.
 Rodero en Doce hombres sin piedad. RTVE 
El actor José María Rodero ocupa un puesto de honor en la historia del teatro español del siglo XX. Tan geniales eran sus cualidades interpretativas que la gente iba al teatro ‘a ver a Rodero’. Interpretó los personajes más complejos y los clásicos más difíciles, resolviendo con sencillez las dificultades en escena. Hombre de fuerte personalidad, tajante y sincero, de rostro marcado y fama de mal humor, fue el primer actor que se rebeló abiertamente contra las dos funciones de teatro diarias y no volvió a trabajar con las salas y compañías que siguieron con la doble función. 

Aunque muchas biografías le consideran nacido en Madrid, este gran actor nació en la localidad manchega de Valdepeñas (Ciudad Real), en 1922, pero su vida estuvo ligada a Madrid desde niño. Se dedicó al teatro casi por casualidad, ya que siendo estudiante se enamoró de una actriz y un día se presentó, con unos compañeros, a unas pruebas en el Teatro Español, y resultó aceptado. Abandonó sus estudios en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, estudió arte dramático e ingresó en la compañía de María Guerrero, en la que llegó a ser primer actor. Debutó en el Teatro Español.

Pese a sus extraordinarias dotes interpretativas desde joven, José María Rodero fue uno de esos actores que no triunfaron hasta tener una cierta edad. Siempre pensó que la suya era una profesión injusta, porque sólo al cabo de muchos años empieza a compensar. En su trabajo fue extremadamente disciplinado. Con su rigurosa expresividad, su voz seca y el dramatismo en la interpretación alcanzaba un poderío escénico sin igual. 

Antología del teatro español
El rostro de José María Rodero en Calígula contiene toda la carga expresiva de un personaje conflictivo, desconfiado, atormentado.
Rodero en Calígula. RTVE

Un momento decisivo en su carrera fue su papel en la obra de Buero Vallejo En la ardiente oscuridad, que le encumbró como uno de los mejores actores teatrales. Con su mujer, Elvira Quintillá, formó compañía e hicieron temporada en el Teatro Eslava. En 1959, estrenó Dónde vas, triste de ti, de Juan Ignacio Luca de Tena. Después fue protagonista en Luces de Bohemia, Calígula, Enrique IV, El caballero de las espuelas de oro, Los emigrados, Historia de una escalera, Las siete infantas de Lara, El veneno del teatro, El hombre deshabitado o El tragaluzentre otras obras de teatro que forman parte de la antología del teatro español. 

Era un actor autodidacta y enemigo de las escuelas. "La única técnica que conozco es salir al escenario y dar lo mejor de mí mismo", decía y siempre citaba una máxima sobre la interpretación: "Entender, comprender y hacerse entender". El director de teatro José Tamayo dijo en una ocasión que  "de todos los actores con los que he trabajado era el que mejor captaba lo que yo quería decir. Era el que mejor me comprendía".

Su última obra fue Las mocedades del Cid. A causa de una grave enfermedad tuvo que abandonar el ensayo general de Hazme de la noche un cuento, estrenada a primeros de mayo de 1991. José María Rodero falleció el 14 de mayo de 1991. Se vivió una jornada de luto en el teatro y algunos cerraron sus puertas, como el Teatro Bellas Artes y el Teatro Español.  

Premio Nacional de Teatro

Por su labor profesional, Rodero recibió unos 60 premios, incluido el Premio Nacional de Teatro (1971), la Medalla de Oro de Bellas Artes y el premio Mayte de Teatro (1976), que por primera vez se entregó a un actor, por su trabajo en Los emigrados. En 1979 fue designado mejor actor del año. Un teatro municipal de la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz lleva su nombre y en el Teatro Español hay un busto suyo.  

Gracias al teatro televisado que hace años ofrecía Televisión Española, podemos disfrutar, entre otras, de Doce hombres sin piedad, una obra excelente de Reginald Rose, dirigida por Gustavo Pérez Puig, que reunió a doce actores españoles de lujo: José María Rodero, Jesús Puente, Pedro Osinaga, José Bódalo, Luis Prendes, Manuel Alexandre, Ismael Merlo, Antonio Casal, Sancho Gracia, Carlos Lemos, Fernando Delgado y Rafael Alonso.