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27 enero, 2017

Torre de los Lujanes, historia de su 'desrestauración'

Torre de los Lujanes, plaza de la Villa (F.Chorro).
La Torre de los Lujanes, el edificio civil más antiguo de Madrid, fue el primero en el que se hizo una ‘desrestauración’, una operación para devolver al edificio su aspecto y materiales originales. Fue en 1926, unos 40 años después de que fuera sometido a una ‘restauración’ que cambió la imagen de sus fachadas. 

Construida en la segunda mitad del siglo XVI en la plaza del Salvador, hoy plaza de la Villa, la Torre de los Lujanes llegó a mediados del siglo XIX en un estado de deterioro que ponía en peligro su existencia. En esta época Madrid asistía a una gran actividad demoledora de edificios y cuando en 1861 se consideró la posibilidad de derribarlo, su propietario, el conde de Oñate, propuso al Gobierno que adquiriera este edificio donde, según la tradición estuvo unos días prisionero el rey de Francia Francisco I, antes de ser recluido en el antiguo Alcázar, tras ser capturado en la batalla de Pavía, en 1525, por las tropas de Carlos I. Un episodio que terminó en la firma del primer Tratado de Madrid.

En 1865 el Estado compró por dos millones de reales la Casa y Torre de los Lujanes, denominado ya monumento histórico que ‘recordara las grandezas de España’. Tres años después, aprovechando la normativa del Ayuntamiento de Madrid sobre el cuidado de fachadas, la Administración pidió enfoscar la fachada del edificio, aunque algunos académicos pedían más bien quitarle los elementos que tapaban su verdadero aspecto. El interior del inmueble se reformó para convertirse en sede de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y de la Academia de Ciencia Exactas, Físicas y Naturales.

 
Torre de los Lujanes, mediados del XIX

La restauración emprendida unos años después, en la década de los 80, corrió a cargo del arquitecto Francisco Jareño, que ideó un embellecimiento de la fachada en estilo gótico, mediante molduras y elementos decorativos enmarcando los vanos, colocando almenas y una falsa galería en la parte superior de la torre. Una actuación a base de ornamentos que imitaban la piedra, aunque se realizaron con el llamado cemento portland, que desvirtuó la sencillez de esta casa-palacio medieval.

Cuatro décadas después y con criterios más modernos se emprendió una nueva restauración o ‘desrestauración’, ya que se trataba de recuperar la imagen y materiales propios del edificio original. El encargado de la recuperación fue el arquitecto Pedro Muguruza, a partir de 1926. Se eliminaron todos los elementos añadidos en épocas anteriores y los ladrillos y piedras quedaron al descubierto, a la vez que se recomponían las partes dañadas por el paso del tiempo. La torre recuperó el estilo mudéjar, su aspecto sencillo y sin adornos, de acuerdo con antiguos grabados de la misma. Como excepción, el cuerpo superior de la torre, que en principio quedaría con sus sencillas ventanas, terminó adornado con unas galerías de arquillos de herradura a imagen de la puerta de acceso al edificio por la calle del Codo, cuyo arco de herradura morisco es único en Madrid.

Las de los Lujanes eran de las pocas casas señoriales que existían en la Villa cuando Felipe II decidió instalar la Corte en Madrid en 1561. Estos inmuebles, situados frente a la Casa de la Villa, entre la calle del Codo y la calle del Cordón, pertenecía a los Luján, familia de la nobleza madrileña, como lo eran los Luzón, Gato, Vargas, Ramírez, Vozmediano, Zapata, Herrera, Cárdenas o Lasso de Castilla.

Nuevas reformas se efectuaron en estas casas a principios del siglo XX y luego en la década de los 80 y también hace unos años, para subsanar desperfectos, grietas y otros problemas de los viejos materiales de un monumento que ya tiene más de 500 años. 




18 enero, 2017

Puerta de San Vicente, historia de una réplica

Cara interior del monumento, realizado en granito gris claro.
Puerta de San Vicente. Foto: S.Castaño.
La Puerta de San Vicente inaugurada en 1995 es una copia casi exacta de la que se construyó en tiempos de Carlos III en el mismo lugar, al final de la Cuesta de San Vicente. Su artífice, el arquitecto real Francisco Sabatini, la levantó en 1775 como parte del plan de embellecimiento de la zona oeste de la ciudad ordenado por el rey. 

La de san Vicente era una de la cinco puertas principales de Madrid y vino a sustituir a una puerta anterior construida por Pedro de Ribera en 1726, reinando Felipe V, que estaba unos 30 metros más arriba. Era de piedra, tenía tres arcos iguales y sobre el central había otro arco con una imagen de san Vicente Ferrer, que dio nombre al monumento. Cuando en 1770 se inició el acondicionamiento de esta zona y se suavizaron las pendientes hacia el río Manzanares, la puerta tuvo que ser derribada.

La Puerta de San Vicente que sirvió de modelo a la actual, daba salida al camino de El Pardo, de modo que era el paso habitual del rey y su corte cuando marchaban del Palacio Real al Palacio de El Pardo. Sabatini la construyó mientras levantaba otra de sus grandes obras, que sería pronto símbolo de Madrid, la Puerta de Alcalá, terminada en 1778. Como aquella, ésta tenía unas verjas para cumplir su función, cerrando la entrada a la Villa a las diez de la noche en invierno y a las once en verano.

La puerta original, con las esculuras de Francisco Gutiérrez y la rejería que tenía rejería en el arco.
Antigua Puerta de San Vicente. Foto: Jean Laurent.

Como su modelo, la actual Puerta de San Vicente tiene una gran puerta con arco de medio punto flanqueado por dos columnas toscanas, apoyadas sobre un gran basamento, que sostienen un friso con relieves y sobre él un frontón triangular. A cada lado una puerta menor adintelada o portillo entre pilastras. A diferencia de la
antigua, esta puerta no tiene las dos pilastras laterales coronadas por piñas.

La ornamentación original, corrió a cargo del escultor abulense Francisco Gutiérrez, autor también de varias esculturas y relieves de la Puerta de Alcalá y la Fuente de Cibeles. En la cara interior de la puerta, la que mira al Palacio Real, los ornamentos principales son trofeos militares. Uno en lo más alto del frontón y otros dos a los lados, sobre los portillos, compuestos por banderas, armaduras, escudos y casco. Además tiene una placa con inscripción en el friso y una cabeza de león en el centro del arco. Su cara exterior, mirando al paseo de la Florida, es mucho más sencilla, carece de columnas y otros adornos. Curiosamente, la disposición de la antigua puerta era a la inversa, la cara adornada miraba hacia el exterior de la Villa y delante tenía una plaza arbolada con la llamada fuente de los Mascarones, diseñada también por Sabatini, que fue desmantelada en 1871.

 
Pintura anónima de la Puerta de San Vicente y plaza exterior con la Fuente de los Mascarones. Al fondo, el Palacio Real.
Plaza y fuente en el exterior (Museo de Historia).
Cuando desaparecieron las cercas que rodeaban la ciudad, a partir de 1868, y se inició el plan de Ensanche de Madrid, la puerta quedo aislada en el cruce de caminos donde se encontraba y en 1890 fue desmontada, al parecer, para facilitar el paso de carruajes. Las piedras fueron numeradas con la intención de reconstruirla en otro lugar de la ciudad, pero no fue así debido al mal estado de muchas de ellas, según el arquitecto  municipal de la época, José López Salaberry. Dicen que algunos de los bloques de piedra se emplearon para realizar pedestales de farolas en la plaza de la Cibeles, otras se usaron en el adoquinado y las mejores se vendieron en subasta.

El Ayuntamiento de Madrid construyó entre 1994 y 1995 la réplica que hoy podemos ver en la glorieta de san Vicente, que tuvo un coste de 229 millones de pesetas. Se construyó con granito de Quintana de la Serena (Badajoz) y piedra caliza de Colmenar de Oreja (Madrid) para las esculturas.

Como antaño, la glorieta de San Vicente  es una de las zonas de Madrid más transitadas por personas y vehículos, ya que se abre a distintas rutas. Además tiene al lado el intercambiador de transportes Príncipe Pío, antigua estación del Norte.