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15 julio, 2013

Luis Candelas, el bandolero de Madrid

El bandolero, sentado, vestido con chaquetilla corta, fajín y pañuelo a la cabeza.
Retrato de Luis Candelas.
Luis Candelas Cagigal, así se llamaba el más famoso bandolero que ha conocido Madrid. Cometió su primer delito cuando tenía 17 años, aunque su primera acción importante la realizó a los 20. Fue un robo en un almacén, donde se introdujo furtivamente acompañado de los amigos que luego formaron su banda: Paco ‘el Sastre’, Antonio y Ramón Cusó, Mariano Balseiro y Leandro Postigo. Como sus amigos, pertenecía a un familia trabajadora, pero acomodada.
 
Fue detenido por primera vez en septiembre de 1827 y enviado por cuatro años a la cárcel de Saladero, en la plaza de Santa Bárbara. Hacía sólo unos meses que Candelas se había casado con la hija de unos labradores zamoranos adinerados que estaban temporalmente en Madrid. Había estado unos meses en Zamora, pero con una excusa regresó a Madrid y a la delincuencia. Su ficha de la cárcel decía: “Estatura regular, pelo negro, cejas al pelo, nariz regular, boca grande y mandíbula prominente”. A los pocos días logró fugarse.
Salteador de caminos 
Los esfuerzos de la justicia por capturar a la banda de Candelas eran cada vez mayores. El grupo se movía continuamente de un lugar a otro, abandonó las calles y se desplazó a los caminos de entrada a la Villa y Corte. Lo mismo desvalijaban a caminantes que atracaban diligencias y correos. Las mercancías las vendían luego a intermediarios, casas de labranza y ventas. En la zona de Carabanchel asaltaron la mayoría de las fincas de recreo. Sus andanzas delictivas eran conocidas en todo Madrid y cada vez se dedicaban más fuerzas a su captura.
Un día la banda fue sorprendida y Luis Candelas fue detenido al tropezar y caer su caballo. Se le condenó a 20 años de trabajos forzados en el Peñón de Alhucemas. Salió de Madrid, en cuerda de presos, a finales de noviembre de 1829. En Alicante, por falta de prisión, fueron alojados en las cuadras de la casa de postas. Allí, con la hebilla del cinturón, consiguió abrir el candado que le retenía, prendió fuego a la paja y huyó por el campo. Luego consiguió robar un caballo valiéndose de su ingenio: en una casa de labranza vio a una joven embarazada a la que llamaban Rosa. Candelas se acercó a un chico que jugaba por allí y le dijo que fuera corriendo al pueblo a avisar al médico porque Rosa estaba dando a luz. Cuando el médico llegó a caballo, el bandolero le detuvo y, haciéndole creer que estaba armado, le robó el caballo y el dinero.
Ladrón disfrazado
El salteador volvió a Madrid, donde su madre había fallecido unos días antes dejándole en herencia 62.000 reales, un dineral en aquella época. Se compró una casa en la calle Tudescos y cambió de estrategia para arriesgarse menos. Por el día se trasformaba en un acaudalado y noble caballero peruano, con el falso nombre Luis Álvarez de los Cobos. Así se relacionaba con burgueses y aristócratas de quienes obtenía la información necesaria para llevar a cabo por la noche sus mejores golpes. Por entonces, Luis Candelas era ya una leyenda, protagonista de coplas populares, romances de ciego y pequeñas piezas teatrales.
En una ocasión robó un reloj de plata al oidor de la Real Audiencia, Pedro Alcántara, y luego en una reunión supo que éste tenía otro de oro en su casa. Candelas fue a la casa de Alcántara y mostró a su esposa el reloj de plata diciendo que le enviaba su esposo a por el otro porque éste se había estropeado. La mujer le entregó el de oro y además fue convencida por el ladrón para que le permitiera llevar el de plata a un "relojero de confianza".
En otra ocasión, la banda perpetró un atraco en la Posada del Rincón y en la espartería más importante de Madrid, en la calle Segovia 10, de donde se llevaron 8.000 duros. Otro golpe importante fue el robo en la calle Preciados 57, en la casa del sacerdote Juan Bautista, que tenía guardados 40.000 duros de la Iglesia por el pago de una finca.
El último golpe

Edificio de estilo herreriano del Madrid de los Austrias. Torres con chapitel en sus esquinas y tejado de pizarra con buhardillas.
Antigua Cárcel de Corte. Foto: F. Chorro.
La banda de Luis Candelas dio su último gran golpe en febrero de 1837. El bandolero y tres de sus compinches asaltaron la casa de Vicenta Mormín, modista de la reina, a la que robaron más de 15.000 duros, vestidos, sedas, encajes y otros complementos para la Corte. La Policía tomó Madrid, se realizaron redadas y registros en viviendas, deteniendo a muchos sospechosos. Por ello, la banda se tomó un tiempo de descanso y Luis Candelas decidió pasar una temporada en Gijón con su amante, Clara.
En julio de 1837 es reconocido y detenido en Valladolid por un soldado de la Milicia Nacional, Félix Martín. Trasladado a Madrid, fue encerrado en la Cárcel de Corte, la más importante de la Villa. La instrucción del proceso, en el que se le acusaba de más de 40 delitos contra la propiedad, duró tres meses. 
El 3 de noviembre de ese año se vio la causa en la Real Audiencia y el tribunal, en cuatro horas, dejó el juicio visto para sentencia. Al día siguiente, el secretario del tribunal le leyó la sentencia en la que era condenado a ser ejecutado a garrote vil. El mismo día, Candelas envió una carta pidiendo el indulto a la reina-gobernadora María Cristina, en la que destacaba que no había cometido delitos de sangre y que se le iba a ajusticiar igual que a quienes derramaron sangre. Sin embargo, el Gobierno se opuso al indulto y la sentencia siguió su curso.

A las siete de la mañana del 6 de noviembre de 1837, con 31 años, Luis Candelas fue llevado al patíbulo levantado en el centro de la plaza de la Cebada. Como todos los condenados a muerte, vestía ropa amarilla e iba montado sobre un borriquillo, escoltado por cuatro alguaciles y, excepcionalmente, una compañía de soldados.
Ejecución a garrote vil
La ejecución, todo un espectáculo popular en aquella época, había reunido en la plaza de la Cebada a numerosos madrileños, que esperaban con jolgorio mientras se pasaban la bota de vino. En lo alto del patíbulo, Candelas se quitó un anillo y un pañuelo de seda que llevaba al cuello y se los dio a uno de los frailes que solían acompañar a los reos hasta el final, para que los hiciera llegar a su esposa.
Su última voluntad fue dirigirse a la gente. Extendió su mirada sobre la alegre multitud, sonrió y gritó: “Sé feliz, patria mía”. Unos instantes después murió a garrote vil. La misma condena les llegó unos meses después a sus compañeros Mariano Balseiro y Francisco Villena (Paco “el Sastre”). En el Museo del Ejército se conserva un dibujo de la ejecución.
Vida de leyenda
La historia del famoso bandolero fue llevada al cine por primera vez en 1926, bajo el título Luis Candelas o el bandolero de Madrid, de Armand Guerra, seudónimo de José Estívalis.
Luis Candelas nació en 1806 en la calle del Calvario, en el barrio de Lavapiés. Era hijo de Esteban Candelas, un carpintero ebanista del barrio de Lavapiés. La familia se trasladó a la Cuesta de los Yeseros, junto a la Travesía de las Vistillas. Luis estudió en el colegio de San Isidro, trabajó en el Resguardo de tabacos y ascendió a jefe de sección.
Cuentan que en esa época se convirtió en un liberal activo, antiabsolutista, y que llegó a ser miembro de la sociedad patriótica de la Fontana de Oro, además de amigo del jefe político liberal Salustiano Olózaga. Al parecer, ambos salían a pasear con dos chicas: María Alicia, que fue amante de Olózaga y luego de Candelas, y Lolita Quiroga, que mas tarde, desengañada, se metió a monja y fue sor Patrocinio, y años después la famosa ‘monja de las llagas’.

3 comentarios:

  1. Un bandolero rumboso
    que tuvo a la corte en vela
    también buscó su guarida
    y se encontró aquí su cueva,
    haciendo sufrir a damas
    el llamado:Luis Candelas.

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