El Rastro. Madrid, 2013. Foto: S. Castaño. |
En el Rastro se
agolpan puestos y tiendas de todo tipo, en los que se ofrecen desde piezas obsoletas
de algún electrodoméstico antiguo hasta revistas descatalogadas, pasando por la
última moda en ropa. Se instala los domingos y días festivos, de nueve de la
mañana a tres de la tarde, aproximadamente.
Los puestos
de venta se colocan en el trayecto que va desde la plaza de Cascorro (parte
alta y cabecera del Rastro) hacia abajo por la Ribera de Curtidores, se
extiende por las calles aledañas, y llega hasta la Ronda de Toledo.
Calles del Rastro
Estatua de Eloy Gonzalo. Plaza de Cascorro. 2013. Foto: SCB |
Bajando la Ribera de Curtidores se extiende el Rastro a la izquierda por
la calle de San Cayetano, territorio de vendedores de cuadros pintados, reproducciones,
grabados y utensilios de arte en general. Por ello, a esta calle se la
conoce también como la ‘calle de los Pintores’.
Le sigue la
calle Fray Ceferino González, también llamada de ‘los Pájaritos’ porque era la
calle de compra y venta ambulante de aves y otros animales de compañía, hasta
que se prohibió esta práctica en el año 2000. A continuación, la calle Rodas
donde se encuentran los puestos de compraventa de cromos, postales, revistas, estampas,
barajas de cartas y otros coleccionables.
Al otro lado, bajando la Ribera de Curtidores por la derecha desde Cascorro, se encuentra la escalinata que conduce a la plaza del General Vara del Rey (donde se encontraba aquel antiguo matadero) con vendedores de minerales, calzados y ropa de segunda mano.
Le sigue la calle del Carnero, cruzada en mitad de su recorrido por la calle de Carlos Arniches. En ambas se sitúan los libreros de viejo, los puestos de libros de ocasión, carteles, mapas o materiales escolares para coleccionistas.
Aproximadamente en la mitad de la Ribera de Curtidores, a un lado y otro de la calle, se encuentran galerías de tiendas especializadas en la venta de objetos antiguos, de desigual valor y calidad.
Y ya al
final, limitando con la Ronda de Toledo, se encuentra la plaza Campillo del
Mundo Nuevo, donde se instalan libreros, vendedores de música y cine en diversos
formatos, muebles, chatarra, artículos de saneamiento y otros objetos de todo tipo.
A partir de
las tres de la tarde, se retiran los puestos y se cierran las tiendas.Tapas típicas
Bar Los Caracoles (Casa Amadeo), plaza de Cascorro, El Rastro. Foto: Raquel Molano |
Tanto en la plaza de Cascorro, como en sus alrededores, calles Toledo, Maldonadas, Millán o la plaza de la Cebada se encuentran numerosos bares y restaurantes para comer de tapas o pedir un menú de la casa.
El Rastro en los libros
El Rastro no ha pasado inadvertido para la Literatura. Alonso Jerónimo de Saavedra habla de este lugar en su obra El sagaz (1620), y lo califica como “el reino de los rufianes”. Antes habían reparado en el Rastro, como escenario popular, Lope de Vega en La varona castellana; Miguel de Cervantes, en La cueva de Salamanca; Tirso de Molina, con El caballero de Gracia; Calderón de la Barca y su Hombre pobre, todo es trazas y Francisco Santos, en El escándalo del mundo.
Cervantes
sitúa en el Rastro el encuentro entre la criada Cristina de Parraces y el
sacristán Lorenzo Pasillas, correspondiente al entremés La guarda cuidadosa. El mayor homenaje literario y artístico al Rastro es obra de Ramón de la Cruz en su sainete El rastro por la mañana, y de Francisco de Goya, con Los cartones del Ciego, El cacharrero y La cometa.
Más cercanos en
el tiempo son los poemas de Emilio Carrere dedicados al Rastro, el sainete
de Tomás Luceño Una mañana en el Rastro
y una excelente descripción de Ramón Gómez de la Serna en su obra El Rastro (1914).
Los
antecedentes del Rastro podríamos encontrarlos en los mercadillos
(baratillos) que se popularizaron en las calles de madrileñas a finales del siglo XVI. Se
establecieron principalmente en la calle Mayor y en la Puerta del Sol,
llegando a proliferar tanto que se prohibió su instalación en toda la Villa
y Corte en 1599, pasando a establecerse en el extrarradio.
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