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08 noviembre, 2021

Ventura Rodriguez, maestro de la arquitectura neoclásica

Retrato del arquitecto, que viste casaca gris y camisa blanca con chorreras, a la moda de la época. En la mano sostiene un dibujo.
Ventura Rodríguez (Goya).
Uno de los grandes arquitectos españoles, maestro del neoclásicismo, el madrileño Ventura Rodríguez, vivió durante mucho tiempo apartado de las principales obras que se realizaban en la capital. El motivo, el favoritismo hacia los arquitectos italianos y franceses en la corte de Carlos III, empezando por su madre, Isabel de Farnesio. También tuvo que vérselas con la envidia que causaba en algunos de sus colegas su maestría e ingenio. De no haber sido así, entre sus numerosos proyectos no ejecutados o desestimados habrían salido algunos de los mejores edificios de la arquitectura europea del XVIII. 

No obstante, los reveses no amilanaron a nuestro personaje. Sus amplios conocimientos de la arquitectura grecorromana, la perfección de sus dibujos y su constancia le llevaron a ocupar los más altos cargos de la profesión. Si no se prodigó en Madrid tanto como era su deseo, sí son abundantes las obras que llevan su firma en numerosas provincias, donde levantó monumentos y embelleció otros. 

Ventura Rodríguez Tizón, nació en la localidad de Ciempozuelos (Madrid) en 1717. Se inició en la construcción desde niño en el Real Sitio de Aranjuez, donde su padre era maestro de obras del palacio. Allí progresó en el estudio de las matemáticas, la geometría y el dibujo con el maestro mayor y aparejador, Pedro Caro Idrogo. Con sólo 15 años ya destacaba por la perfección de sus trazas y tuvo acceso al archivo histórico con los informes, planos y proyectos de los artífices del Escorial, Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. 

Cuando el primer rey Borbón, Felipe V, decidió levantar un nuevo palacio en Madrid para sustituir al viejo alcázar, arruinado en un incendio, trajo de Italia al arquitecto más prestigioso de la época, Filippo Juvara. Este conoció en Aranjuez las excelentes dotes para realizar bocetos que mostraba el joven de Ciempozuelos, que además hablaba italiano, así que Juvara, que no sabía español, le nombró delineante suyo para las obras de construcción del palacio Real. Sin duda, una oportunidad única para el joven de aprender de la grandeza y brillante imaginación del maestro. Sin embargo, no duró mucho aquella relación laboral, ya que Juvara falleció dos años después, sin haber iniciado las obras del palacio que había proyectado en los altos de San Bernardino (Montaña del Príncipe Pío). Como sucesor había nombrado a su compatriota y alumno preferido, Juan Bautista Sachetti.

Fachada principal. La iglesia está escondida en una calle pequeña y rodeada de edificios.
Iglesia de San Marcos. Foto: S. Castaño.
Con el nuevo maestro que levantó el palacio Real, Ventura se forjó en las técnicas y secretos de la arquitectura clásica y a los 24 años fue nombrado aparejador. Ocho años después era arquitecto delineador mayor del palacio y su proyecto para la capilla real, uno de los espacios más bellos del palacio, fue elegido por Fernando VI por delante del proyecto de Sachetti. 

De esa época es la iglesia de San Marcos (calle San Leonardo, 10), levantada en el antiguo prado de Leganitos, cuya sencilla fachada oculta en el interior un asombroso despliegue artístico y una complejidad arquitectónica que la convirtieron en monumento nacional. 

Destaca la armonía y contraste de la composición en blanco de arcos, pilastras y cúpula con las pinturas oscuras.
I. de San Marcos (S.C.)
También son obras suyas la desaparecida plaza de toros de la Puerta de Alcalá; la reedificación de la iglesia de San Norberto o de los Mostenses, en la plaza del mismo nombre, derribada en 1810 por José Bonaparte; o la remodelación de la iglesia del convento de la Encarnación, muy cerca de la plaza de Oriente, además de importantes proyectos en iglesias y catedrales de provincias. A su actividad incesante se sumó el cargo de director de Arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, desde que se fundó en 1752.  

Las cosas cambiaron a partir de 1759, tras la muerte prematura de Fernando VI y la llegada al trono de España de su hermanastro, Carlos III. Este sustituyó al arquitecto madrileño por el italiano Sabatini como arquitecto real. 

Unos años después, el prestigio de Ventura Rodríguez le llevó a ser elegido director general de la Academia de San Fernando. No llegó a ejecutar su proyectada plaza de armas del palacio Real y se perdió la oportunidad de contar con una gran obra del maestro madrileño en la Puerta del Sol, la Casa de Correos. Aunque se le había pedido el proyecto y ya había comenzado el allanamiento de tierras, finalmente se concedió la obra al francés Jaime Marquet, que había llegado a Madrid unos años antes para empedrar las calles a las órdenes de Ventura Rodríguez. Tampoco pudo llevar a cabo su gran proyecto para la iglesia de San Francisco el Grande, ni la puerta triunfal para conmemorar la llegada de Carlos III a Madrid procedente de Nápoles. El rey solicitó proyectos para la nueva Puerta de Alcalá a Sabatini, Villanueva y Ventura Rodríguez. Este le presentó cinco diseños, pero fue elegido el de Sabatini.

Imagen parcial de la parte superior de la fuente,, con la imagen de Apolo y debajo las figuras de las cuatro estaciones
Boceto de la Fuente de Apolo.
El ingenio creativo de Ventura no flaqueó y en esa época acometió proyectos importantes, como el nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor de la colegiata de San Isidro, la continuación de las obras del palacio de Liria, cuando el arquitecto francés Guilbert fue despedido al aparecer grietas; el palacio de Altamira, de 1772, hoy sede del Instituto Europeo de Diseño; además de obras en iglesias, conventos y edificios civiles de poblaciones madrileñas (Vallecas, Leganés) y en Pamplona, Málaga, Toledo, Murcia o San Sebastián, entre otras.

Obtuvo además el cargo de arquitecto mayor de obras y fuentes del Ayuntamiento, y como tal realizó sus trabajos más admirados en Madrid, el diseño de las fuentes monumentales para ornato del paseo del Prado, símbolos de la ciudad: Cibeles. Neptuno y Apolo y las Cuatro Estaciones, además de las Cuatro Fuentes, la de las Conchas (para el palacio del Infante don Luis, hoy en el Campo del Moro) y la de la Alcachofa, hoy en el Retiro, con una réplica en la glorieta de Atocha. 

La erudición e ingenio del arquitecto ciempozueleño para unir la influencia italiana y francesa con el estilo propio de la arquitectura española le valieron el reconocido título de renovador de la arquitectura clásica española, en una época de decadencia (desde mediados del siglo anterior) en que se pensaba en Europa que todo el arte en España era francés o italiano. 

Sus méritos no le alejaron de la humildad y honestidad de las que siempre hizo gala, ni de su disposición permanente para la enseñanza entre colegas y ayudantes. Fue amigo de algunos de los personajes más sobresalientes del arte, la ciencia y la política de la época, como Jovellanos, Mengs, Goya o el infante Luis de Borbón, hermano de Carlos III, para quien diseñó su palacio y jardines de Boadilla del Monte.

Falleció en 1785 en su casa de la calle Leganitos y fue enterrado en la iglesia de San Marcos. Más tarde sus restos fueron trasladados a la capilla de los arquitectos de la iglesia de San Sebastián, que él había remodelado, donde se hallan junto a los restos del otro gran arquitecto del neoclasicismo, Juan de Villanueva. En Madrid, una calle y una estación de Metro de la línea 3 llevan su nombre; en Ciempozuelos tiene dedicados una plaza y un monumento, y su efigie en relieve ocupa uno de los 16 medallones de mármol de la fachada del Museo del Prado.

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