Fuente de Apolo (S Castaño). |
De estas tres obras maestras del neoclasicismo español, iniciadas en 1780, la de Apolo fue la última que se terminó y era la parte central del proyecto que iba a dignificar la capital del imperio a la vez que transmitía los logros del reinado de Carlos III y la Ilustración española. Así, además de transformar aquel paseo «campestre» que era el prado de San Jerónimo en un paseo urbano a la altura de los más bellos de Europa, para solaz de todos los madrileños, las fuentes del salón del Prado alababan mediante símbolos mitológicos los avances de la época.
Si la Cibeles, diosa de la tierra y la fertilidad ensalzaba las reformas agrarias y Neptuno, dios del mar y de las aguas, elogiaba el comercio marítimo y los planes de regadío, el divino Apolo, protector de las artes, simboliza la luz de la razón, el conocimiento y el progreso, y tiene a sus pies las cuatro estaciones del año (alegorías de la primavera —mujer adornada con flores—, verano —mujer con espigas de trigo— , otoño —joven con uvas y hojas de parra— e invierno, representado por un anciano.
Apolo y su entorno ajardinado. Foto: S.C- |
Las figuras de las estaciones se hallan en lo alto de un gran pedestal circular junto a un escudo coronado de Madrid. Por debajo, en el centro del pedestal, hay una cartela conmemorativa dedicada al rey y a los lados están los mascarones de dos figuras mitológicas, Medusa y Circe, obra del murciano Alfonso Giraldo Bergaz, cuyas bocas arrojan chorros de agua a las conchas de distinto tamaño que vierten el agua sucesivamente hasta caer en dos grandes pilones circulares. La figura del joven Apolo corona todo el conjunto escultórico, sujetando una lira bajo el brazo y con un carcaj a la espalda.
Este conjunto escultórico no se terminó hasta 1802 y la fuente estuvo coronada durante años por una figura provisional de Apolo creada en yeso. El retraso se debió a problemas con los tamaños y características de las piedras que llegaban de Redueña (Madrid), y a que en 1783 quedaron paralizadas las obras del Prado por problemas económicos y no se retomaron hasta 1786. A esto se sumaron varios episodios de problemas de salud de Manuel Álvarez y su trabajo como director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. El escultor falleció en 1797 cuando sólo le faltaba terminar el Apolo, labor que se encomendó dos años después a Bergaz, que acabó la estatua tres años más tarde.
La fuente de Apolo, paseo del Prado. Foto: S.C. |
La fuente de Apolo se inauguró en 1803, reinando Carlos IV, con motivo de la boda de su hijo, futuro Fernando VII con María Antonia de Borbón. En el proyecto original de Ventura Rodríguez, la Cibeles y Neptuno miraban a Apolo, como centro del Salón del Prado e intermediario en el flujo de agua de las tres fuentes. A finales del siglo XIX ambas dejaron de mirar a Apolo, cuando las fuentes se elevaron sobre plataformas y cambiaron su posición.
La fuente de Cibeles y la fuente de Neptuno se convirtieron en símbolos de Madrid, favorecidos por su ubicación en plazas muy transitadas, que además son, desde hace décadas, lugares de celebración de las victorias del Real Madrid y del Atlético de Madrid, respectivamente. De este modo, la fama de ambas ensombreció a la fuente que se esculpió para ser protagonista del magnífico paseo del Prado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario