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21 junio, 2013

Loreto Prado y Enrique Chicote, teatro cómico

Retrato de la joven y sonriente Loreto Prado, con pelo corto y ondulado
Loreto Prado
Los actores Loreto Prado y Enrique Chicote formaron una pareja peculiar en la primera mitad del siglo XX. En el viejo Madrid, entre la Corredera Baja de San Pablo y la calle de la Ballesta, se encuentra la calle de Loreto Prado y Enrique Chicote (popularmente, de Prado y Chicote), dos de los actores más carismáticos del teatro cómico del siglo XX. Formaron pareja desde 1897 y durante casi 50 años.

El escenario del Teatro Cómico en la antigua calle de Capellanes (hoy Maestro Victoria, muy cerca de la Puerta del Sol) fue el escenario donde estos dos actores alcanzaron sus mayores éxitos e hicieron las delicias del público madrileño.

Entre las obras más importantes representadas por esta la pareja destacan Los chicos de la escuela, Los granujas, La sobrina del cura y Alma de Dios, esta última escrita por Enrique García Álvarez y Carlos Arniches, con música de José Serrano. Fue estrenada el 17 de diciembre de 1907, con Loreto Prado como actriz principal. De hecho, las butacas, que costaban una peseta, se compraron en reventa por cinco y hasta diez pesetas.
Otros triunfos de Loreto y Chicote fueron Los perros de presa, una de sus interpretaciones más celebradas, y La venganza de la Petra. La mayor parte del repertorio de Loreto y Chicote era de Arniches, los hermanos Quintero, Jardiel Poncela y otros grandes del mal llamado ‘género chico’, donde abundaba la gracia y el costumbrismo.
Retrato de Enrique Chicote a mediana edad
Enrique Chicote

Loreto Prado Medero nació en Madrid en 1863. Llegó a las tablas por necesidades  económicas, pero sin vocación de actriz. Comenzó actuando en el Teatro Felipe, que estaba a la entrada del paseo de Recoletos, cerca de la plaza de la Cibeles; luego en el Apolo, Martín y Romea. Se convirtió en un ídolo para el público madrileño por su valor profesional y por su simpatía personal. De ella se decía que era capaz de convertir en éxito algunas obras mediocres. Gracias a su hábil interpretación, siempre conseguía los aplausos del público. Loreto falleció en Madrid el día 9 de junio de 1943.
Enrique Chicote del Riego nació en 1870. Fue profesor del Real Conservatorio de Música y Declamación. Desaparecida Loreto, Enrique Chicote se retiró del teatro y en su piso de la calle Mayor escribió dos curiosos libros de memorias: La Loreto y este humilde servidor y Cuando Fernando VII gastaba paletó: recuerdos y ambientes curiosos de la vida a finales del siglo XIX y en los comienzos del XX. Falleció en 1958.

Portada del libreto La Loreto y un humilde servidor, escrito por Enrique Chicote
Una de obra de E. Chicote
El dramaturgo y director de teatro Alfredo Marqueríe cuenta en un libro sobre teatro que, en una entrevista que hizo a Chicote vio al actor muy pesimista al señalar: “Todos han muerto. Me siento como un extranjero con el pasaporte prorrogado. Voy a ordenar todo esto, no sea que me muera mañana y no pueda hacerlo”. A lo que contestó Marqueríe: “No será tan pronto, está usted bien”, y Chicote replicó: “Bueno, si no mañana, pasado”. Y murió a las 48 horas, sin tiempo para ordenar sus recuerdos.
Loreto y Chicote tuvieron muchos proyectos a lo largo de su vida en común, entre ellos casarse y actuar en América, pero no cambiaron de ciudad, ni de forma de vida ni de estado, a pesar de que tenían un piso en la calle de San Marcos para cuando se casaran, pero el Teatro Cómico y el público lo fueron todo para ellos. Juntos representaron unos 2.000 títulos.

12 junio, 2013

Las corralas, chorizos y polacos

Lateral de una de las corralas restauradas en Madrid
Una de las corralas restauradas en Madrid
Eran tal la afición de los madrileños por el teatro que se representaba en las corralas, que se llenaban a diario desde que abrían sus puertas, a las doce del mediodía. Los espectadores se apresuraban a ocupar los mejores sitios, aunque los puestos privilegiados estaban reservados a las clases altas. La función comenzaba a primera hora de la tarde y concluía antes de ponerse el sol. En estas corralas se representaron las obras de los mejores autores del Siglo de Oro y en ellas actuaron los mejores artistas.
Los primeros corrales de comedias, o corralas, surgieron en Madrid a finales del siglo XVI y ya durante el XVII los dos más famosos de Madrid eran el del Príncipe y el de la Cruz, donde estrenaron la mayoría de sus obras grandes autores, como Calderón de la Barca y Lope de Vega

Barrio de las Letras

Los barrios junto a estas corralas se fueron ocupando por gentes del teatro, comediantes, autores, músicos, representantes, arrendadores de corrales, alquiladores de trajes… En concreto, en el Barrio de las Letras vivieron Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Moratín.

En este barrio estaba el Corral del Príncipe, situado en la calle del Príncipe, en el sitio que hoy ocupa el Teatro Español, y antes lo había ocupado el corral de la Pacheca, llamado así porque era propiedad de Isabel Pacheco. El vecino Corral de la Cruz, inaugurado en 1579, estaba en la confluencia de las calles de la Cruz y Núñez de Arce.

En el barrio de las Letras estaba también el famoso Mentidero de Representantes, o de los Cómicos, en la calle del León, que hacia el mediodía era el punto de encuentro de autores, artistas representantes y otros personajes del mundillo, para tratar los asuntos de las compañías, comentar los éxitos y fracasos de las obras, alabar a unos autores y criticar a otros.

Chorizos y polacos

Entre las compañías de ambos corrales de comedias y entre sus respectivos públicos surgieron, principalmente en el siglo XVIII, disputas y peleas, formándose dos bandas: chorizos y polacos. El responsable de poner orden en sus habituales trifulcas era el alcalde de Casa y Corte, ayudado por sus alguaciles.

Un sector importante del público era el de ‘los mosqueteros’, comerciantes y artesanos principalmente, liderado por el gremio de zapateros, cuya opinión era temida por autores y empresarios, que procuraban tenerlos contentos, ya que acudían a ver las obras provistos de carracas, cascabeles y pitos para hacerlos sonar si la obra no les gustaba.

Las representaciones en los corrales de comedias se realizaban sólo los días festivos, aunque más tarde se ampliaron a los jueves y finalmente se hacían todos los días. La costumbre entonces era pagar en la puerta y pagar al ocupar el sitio.

Las obras reflejaban el sistema de clases de la sociedad de la época, en unos espacios, las corralas, cuadrados o rectangulares, formados por el cerramiento de varios edificios. En un lado de este patio central se disponía el escenario, enfrente la ‘cazuela’ o anfiteatro destinado a las mujeres, y  a los lados las gradas para los hombres.
Los propietarios de las casas solían alquilar el derecho a ver la obra desde sus casas al arrendador de la corrala, que a su vez vendía las localidades, por ello los vecinos permitían el paso del público por su vivienda hasta llegar a las ventanas, terrazas o corredores que a modo de palcos utilizaban la gente más pudiente. Abajo, el patio empedrado estaba dividido: una parte delantera con bancos y detrás una zona más amplia para espectadores de pie.