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24 noviembre, 2016

Pepe Isbert, el abuelo del cine español

En el balcón del Ayuntamiento, los actores Pepe Isbert y Manolo Morán vestidos con sombrero y traje andaluz.
Escena de Bienvenido, Mister Marshall
El inolvidable actor madrileño Pepe Isbert dejó un legado inmenso al cine español. Más de 50 años después de su muerte, su imagen de hombre entrañable y su voz ronca permanecen inalterables en la memoria de varias generaciones. Con su naturalidad y su particular modo de interpretar, Pepe Isbert se convirtió en uno de los principales actores españoles.

Debutó en el cine en 1912 con la  película Asesinato y entierro de don José Canalejas, en el papel del asesino Manuel Pardiñas. Hacía sólo 16 años que se habían exhibido las primeras películas de cine en Madrid. Sin embargo, su larga filmografía se concentró entre 1941 y 1965, periodo en el que Pepe Isbert interpretó todo tipo de personajes populares, muchas veces como actor secundario. Fue ya en su madurez cuando llegaron sus grandes interpretaciones, en películas que han pasado a la historia del cine, como Bienvenido, Mister Marshall (1952), Historias de la radio (1955), Manolo, guardia urbano (1956), Calabuch (1956), Los jueves, milagro (1957), El cochecito (1960), La gran familia (1962) o El verdugo (1963).

 
El actor en su edad madura, con su habitual traje oscuro y corbata.
Pepe Isbert.

Su interpretación en Bienvenido, Mister Marshall es posiblemente la más recordada por el público. Dirigida por Luis García Berlanga y rodada en Guadalix de la Sierra (Madrid), tiene como protagonistas a Lolita Sevilla, Manolo Morán y Pepe Isbert, que interpreta al anciano y campechano alcalde de Villar del Río. Era éste un imaginario pueblo castellano de los años 50 adonde llega la noticia de la inminente visita de los delegados en España del Plan Marshall norteamericano (Programa de Recuperación Europea tras la 2ª Guerra Mundial). Estimulados por las posibles inversiones que los visitantes podrían hacer en el pueblo, sus habitantes, con el alcalde a la cabeza, se movilizan para convertir la localidad en un típico pueblo andaluz, que suponen será más del gusto de los americanos.

Esta comedia, que supo burlar la censura franquista, tiene un trasfondo de crítica a la España del momento y a la exclusión de España del Plan Marshall. Estrenada en el madrileño Cine Callao, se convirtió en una de las más importantes de la historia del cine español, tanto por el cambio en los planteamientos cinematográficos de la época, como por los premios obtenidos en el Festival de Cine de Cannes: Mejor Película de Humor y Mención Especial por su guión, que sacaron al cine español del su asilamiento internacional.

Del teatro al cine

José Isbert Alvarruiz nació el 3 de marzo de 1886 en Madrid. Estudió el Bachillerato en Granada y a su vuelta a Madrid estudió en la Escuela Central de Comercio, donde obtuvo el título de Profesor Mercantil. A los 19 años debutó como actor en la compañía del Teatro Apolo, con la obra El iluso Cañizares, y desde entonces se dedicó principalmente al teatro, aunque trabajó en algunas películas: Asesinato y entierro de don José Canalejas (1912), ¡A la orden, mi coronel! (1919), La mala ley (1924), Cuarenta y ocho pesetas de taxi (1929), La pura verdad (1932), Vidas rotas (1935) y La bien pagada (1935). Del Apolo pasó a la compañía del Teatro Lara, donde actuó durante 16 años como primer actor, hasta que en 1935 formó su propia compañía.

Fotograma en el que el abuelo (Isbert) ofrece una galleta a su desconsolado y pequeño nieto.
Imagen de la película La gran familia.

Entre 1941 y 1965 trabajó en un centenar de películas. En 1964 sufrió una afección laríngea que le obligó a abandonar su profesión, aunque en 1965 reapareció en Operación Dalila, su última película, ya que falleció en Madrid el 28 de noviembre de 1966. La vocación de actor la continuaron su hija, la actriz María Isbert (Madrid 1917-Villarrobledo, Albacete 2011) y su nieto, Tony Isbert (Madrid, 1950).

En Madrid, una calle del barrio de San Blas lleva el nombre de Pepe Isbert y también una de las estaciones de la línea 3 del Metro Ligero, en la Ciudad de la Imagen (Pozuelo de Alarcón), donde también existe la calle José Isbert. Desde 1995, en la ciudad de Albacete se entrega cada año el Premio Nacional de Teatro ‘Pepe Isbert’.


En los balcones de la memoria todavía resuenan aquellas palabras del alcalde de Villar del Río: "Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar".

21 junio, 2013

Loreto Prado y Enrique Chicote, teatro cómico

Retrato de la joven y sonriente Loreto Prado, con pelo corto y ondulado
Loreto Prado
Los actores Loreto Prado y Enrique Chicote formaron una pareja peculiar en la primera mitad del siglo XX. En el viejo Madrid, entre la Corredera Baja de San Pablo y la calle de la Ballesta, se encuentra la calle de Loreto Prado y Enrique Chicote (popularmente, de Prado y Chicote), dos de los actores más carismáticos del teatro cómico del siglo XX. Formaron pareja desde 1897 y durante casi 50 años.

El escenario del Teatro Cómico en la antigua calle de Capellanes (hoy Maestro Victoria, muy cerca de la Puerta del Sol) fue el escenario donde estos dos actores alcanzaron sus mayores éxitos e hicieron las delicias del público madrileño.

Entre las obras más importantes representadas por esta la pareja destacan Los chicos de la escuela, Los granujas, La sobrina del cura y Alma de Dios, esta última escrita por Enrique García Álvarez y Carlos Arniches, con música de José Serrano. Fue estrenada el 17 de diciembre de 1907, con Loreto Prado como actriz principal. De hecho, las butacas, que costaban una peseta, se compraron en reventa por cinco y hasta diez pesetas.
Otros triunfos de Loreto y Chicote fueron Los perros de presa, una de sus interpretaciones más celebradas, y La venganza de la Petra. La mayor parte del repertorio de Loreto y Chicote era de Arniches, los hermanos Quintero, Jardiel Poncela y otros grandes del mal llamado ‘género chico’, donde abundaba la gracia y el costumbrismo.
Retrato de Enrique Chicote a mediana edad
Enrique Chicote

Loreto Prado Medero nació en Madrid en 1863. Llegó a las tablas por necesidades  económicas, pero sin vocación de actriz. Comenzó actuando en el Teatro Felipe, que estaba a la entrada del paseo de Recoletos, cerca de la plaza de la Cibeles; luego en el Apolo, Martín y Romea. Se convirtió en un ídolo para el público madrileño por su valor profesional y por su simpatía personal. De ella se decía que era capaz de convertir en éxito algunas obras mediocres. Gracias a su hábil interpretación, siempre conseguía los aplausos del público. Loreto falleció en Madrid el día 9 de junio de 1943.
Enrique Chicote del Riego nació en 1870. Fue profesor del Real Conservatorio de Música y Declamación. Desaparecida Loreto, Enrique Chicote se retiró del teatro y en su piso de la calle Mayor escribió dos curiosos libros de memorias: La Loreto y este humilde servidor y Cuando Fernando VII gastaba paletó: recuerdos y ambientes curiosos de la vida a finales del siglo XIX y en los comienzos del XX. Falleció en 1958.

Portada del libreto La Loreto y un humilde servidor, escrito por Enrique Chicote
Una de obra de E. Chicote
El dramaturgo y director de teatro Alfredo Marqueríe cuenta en un libro sobre teatro que, en una entrevista que hizo a Chicote vio al actor muy pesimista al señalar: “Todos han muerto. Me siento como un extranjero con el pasaporte prorrogado. Voy a ordenar todo esto, no sea que me muera mañana y no pueda hacerlo”. A lo que contestó Marqueríe: “No será tan pronto, está usted bien”, y Chicote replicó: “Bueno, si no mañana, pasado”. Y murió a las 48 horas, sin tiempo para ordenar sus recuerdos.
Loreto y Chicote tuvieron muchos proyectos a lo largo de su vida en común, entre ellos casarse y actuar en América, pero no cambiaron de ciudad, ni de forma de vida ni de estado, a pesar de que tenían un piso en la calle de San Marcos para cuando se casaran, pero el Teatro Cómico y el público lo fueron todo para ellos. Juntos representaron unos 2.000 títulos.