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19 julio, 2014

Carlos Arniches, genio del sainete y el humor crítico

Retrato del autor, a edad avanzada, con sus gafas de lentes redondas.
Carlos Arniches Barreda
Carlos Arniches, el escritor que mejor interpretó la vida anecdótica madrileña, nació en Alicante en 1866. Su obra se identifica con Madrid a través de los sainetes, género en el que no tuvo rival. Arniches llegó a Madrid con 19 años, después de trabajar como periodista en Barcelona. En la capital se introdujo en el mundo teatral con la ayuda del célebre músico alicantino Ruperto Chapí.

Se inició en el costumbrismo madrileño a través del género chico y el teatro por horas, con zarzuelas y sainetes líricos, como El santo de la Isidra (1898) y La cara de Díos (1899) con las que obtuvo un gran éxito, lo que le llevó a dedicarse a los sainetes. En 1904 estrenó Las estrellas, una de sus obras más representativas, que tuvo como protagonistas a los aclamados cómicos Loreto Prado y Enrique Chicote. Otros famosos sainetes son La señorita de Trévelez (1916), ¡Que viene mi marido! (1918), Los caciques (1920), El señor badanas (1920), Es mi hombre (1921), La tragedia del pelele o El tío Miseria.


Los sainetes de Arniches

Con estas piezas de personajes y ambiente populares el autor trata de forma jocosa temas o situaciones domésticas y graves. La mezcla de ambos elementos deriva en lo grotesco.
 

El esquema los sainetes se repite en muchos casos: dos personajes contrapuestos (un galán bueno y un galán malo; un hombre humilde, honesto y trabajador y otro chulesco, bravucón y con mucha labia), una señorita encantadora pero algo inocente, un señor mayor, ingenioso y protector. El argumento es una exposición de lenguaje popular madrileño, de chiste rápido y fresco. El desenlace llega cuando el bien, el amor y la honestidad ganan el cariño de la chica y el bueno deja en ridículo al malo.

Su lenguaje exagera o deforma el habla cotidiana de los personajes, en contextos de problemas sencillos y de valor universal. Arniches, incluso crea nuevas palabras y las introduce en las conversaciones con ingenio y hábil manejo del lenguaje, logrando el efecto cómico en el público. Unos ejemplos de la obra Los pobres:         
 

LIBRADA. - Pide na más que en las iglesias de señorío, a la salida de los vermuses u en los cines y fives cloques de moda. Su martingala es que en cuantito que ve a una señora se arrima y la dice con voz que lo oiga toa la gente de alrededor: “Señora marquesa, me hallo famélica; agradecería a vuecencia un pequeño óbolo”.
JUSTA. - ¿Qué es óbolo?

LIBRADA - No sé; pero debe ser una cosa cara, porque siempre que lo dice la dan más de veinte céntimos.
En otro momento:
SEÑÁ LIBRADA. - Hace mes y medio. Pos seis reales diarios. Una peseta al mayorcito y cinco gordas por el chavea. Que es regalao, porque hay que ver lo que vale ese niño pa pedir.
 

SEÑÁ JUSTA. - Tengo oído que es una alhaja.
SEÑÁ LIBRADA. - Como que no hay noche que no se retire con sus tres pesetas corridas. Pero se lo merece; es un lince. Le suelta usté en la ca Alcalá, ve a una señorita de esas muy antravés con un señorón de levosa y ya le tiene usté agarrado a los faldones, diciéndole al caballero: “Señorito, una limosna, por la salú de la señorita, que es muy guapa. Ya le podía usté comprar un coche, con esos ojos que tiene. Cómpreselo usté, ande usté.” Hasta que le miran, se echan a reír, el señorito dice: “¡Qué granuja…!” La señorita: “¡Es muy mono!” Y no hay pareja que no le apoquine de dos a tres perras.
Y  en otro:
LIBRADA. – Tié un habla mu fina; siempre que me ve me llama escuálida, que no sé lo que es.
JUSTA. – Algo delicado será.
 LIBRADA. – Seguro, cuando ella lo dice…
la placade la calle dedicada Arniches está hecha de azulejos blancos pintados con su imagen y debajo su nombre.
Placa de la calle dedicada a Arniches.
En el trasfondo, los sainetes arnichescos tienen una función crítica y humana. Sus obras desvelan sistemas de valores deformados por la ambición o la hipocresía, contrapuestos a valores eternos, como la familia, la honradez o el amor; o valores burgueses como la libertad, la tolerancia, el inconformismo, el trabajo personal y otras inquietudes sociales. Así, sus obras se sitúan más allá del mero entretenimiento.
Otras obras son El amigo Melquíades (1914), La flor del barrio (1919), Los milagros del jornal (1924), Don Quintín, el amargao o El que siembra vientos (1924), hasta un total de 270 obras, desde Los aparecidos (1892) a Verdades, terminada el día antes de su muerte repentina en Madrid, en 1943.
 

El ilustre dramaturgo tiene una calle dedicada en el madrileño barrio de Embajadores que fue, con el de Lavapiés, una de las zonas donde más popular se hizo el autor, hasta el punto de que muchas veces se ha puesto en duda si el autor retrataba los tipos y lenguajes de estos barrios populares o eran éstos los que muchas veces le imitaban.

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