Teatro Español. Foto: S. Castaño |
En este lugar se han estrenado algunas de las obras más importantes del teatro español, como La comedia nueva,
de Leandro Fernández de Moratín; muchos sainetes de Ramón de la
Cruz; Don Álvaro
o la fuerza del sino, del Duque de Rivas; El abuelo, de Benito Pérez Galdós; Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo; o
Yerma, de Federico García Lorca.
En 1802 un incendio
arrasó el edificio. De su reconstrucción se encargó el
arquitecto madrileño Juan de Villanueva y pudo ser reinaugurado en 1807. En
1849 el Teatro del Príncipe pasó a llamarse Teatro Español y unas décadas después, a finales del
XIX, el interior del teatro fue reformado y decorado lujosamente por el
tapicero y decorador Ramón Guerrero, padre de la famosa actriz madrileña María Guerrero, a quien el Ayuntamiento de Madrid había adjudicado poco antes la
explotación del Teatro Español.
En sus
orígenes, era habitual que el público de los corrales de comedias decidieran el éxito o
el fracaso de una obra y por ello existían fuertes rivalidades entre los forofos
de las compañías que actuaban en el Corral del Príncipe y en su vecino Corral de la Cruz. Los partidarios del primero
eran llamados ‘chorizos’ por sus rivales del teatro de la Cruz, apodados
‘polacos’. Ambas facciones provocaban peleas y conseguían en ocasiones reventar
un estreno en el teatro de sus rivales.
Donde estuvo el Corral de la Cruz, inaugurado en 1579, surgió el Teatro de
la Cruz, proyectado por el arquitecto Pedro Ribera, muy cerca de la plaza de Santa Ana, en la confluencia de la
calle de la Cruz y Núñez de Arce. En este teatro se estrenaron también grandes obras, como El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín; la ópera El barbero de
Sevilla, dirigida por Rossini; o Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Fue derribado en 1859.
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