Chulapos bailando. Foto: Barcex (Wikipedia) |
El baile típico de Madrid, el chotis, no
nació en esta ciudad. La primera vez que se bailó en Madrid fue en 1850 en una
fiesta en el Palacio Real, pero enseguida se madrileñizó haciéndose su ritmo cada vez
más lento y adoptando la cadencia de las sílabas que remarcaban los
castizos en piezas teatrales como los sainetes.
El origen del chotis se sitúa en Bohemia (República Checa) y, como la polca, la mazurca y la habanera llegó a Madrid a
mediados del siglo XIX. De todos, fue el chotis el que más se identificó con las
tradiciones de Madrid y su carácter callejero. Desde entonces se baila en las verbenas
populares durante las fiestas de Madrid, como las de San Antonio de la Florida o
las de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, y son sus mejores mentores los
madrileños ataviados con el traje típico de chulapo y chulapa.
En los días en que se bailó por primera
vez en palacio, al chotis se le llamaba ‘la polca alemana’, pero su nombre
original era schottisch, palabra
alemana que significa ‘escocés’, y derivó en chotis.
Es un baile sencillo en pareja.
El hombre con una mano sujeta la mano de la mujer y lleva la otra mano metida
en el bolsillo del chaleco, o bien la apoya en la cintura de la mujer. Con los dos
pies juntos, el hombre va efectuando un giro en redondo apoyándose en las
puntas de los pies, mientras la mujer baila a su alrededor. En determinado
momento, la pareja da tres pasos hacías atrás y otros tres hacia adelante y
luego vuelven a efectuar los giros.
Organillo grande del año 1900. |
El organillo
Al principio, el chotis era un baile refinado y ceremonioso que se
fue popularizando hasta convertirse en un baile popular. A partir de 1890 se empezó
a bailar acompañado de la música de organillo, instrumento de origen italiano
que llegó a España ese año de la mano de Luis Apruzzese, reparador de órganos y
pianos, que se estableció en Salamanca y luego en Madrid, donde se casó.
Apruzzese comenzó a fabricar organillos que pronto se extendieron por la ciudad. En 1911 trasladó su taller a la
Carrera de San Francisco 7, sobre cuya puerta puede verse un letrero que
anuncia ‘Pianos - Organillos 1900’. Tras su muerte, uno de sus hijos, Antonio Apruzzese,
compositor y músico, se hizo cargo del negocio de alquiler de organillos.
Los organillos grandes tienen diez piezas
musicales grabadas. Funcionan al hacer girar con la mano un manubrio o manivela
que acciona un rodillo que lleva unas púas metálicas que golpean un macillo y
éste, a su vez, percute las cuerdas como si fuera un piano. Los organillos se
fabricaban con madera de nogal y la tabla armónica para las resonancias se
hacía con madera de pino melis.
El antecedente del organillo en España
es un instrumento llamados ‘San Antonio’, que era una pequeña caja de música
que se llevaba colgada y con la que se interpretaban piezas religiosas, principalmente
en las iglesias.
Agustín Lara, Chueca y Valverde
A la popularidad del chotis contribuyeron mucho
las zarzuelas ambientadas en Madrid, de los maestros Federico Chueca y Joaquín Valverde,
que tuvieron un gran auge en la década de los 80 del XIX. También ayudaron las composiciones del músico granadino Francisco Alonso, autor de
chotis tan populares como Pichi, La Lola, ¡Oye, Nicanora! y Las taquimecas, entre otros, o el chotis Rosa de Madrid, de Luis Barta. Pero, sin
duda, el chotis más popular de todos es Madrid,
Madrid, Madrid, del compositor mexicano Agustín Lara. Y la ciudad de Madrid lo tiene en su
memoria. El 13 de mayo de 1975 se inauguró una estatua de bronce de Agustín
Lara que se instaló en la plaza del Sombrerete, junto a la Corrala, en pleno
corazón de Lavapiés, núcleo del casticismo madrileño.
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