Calle de la Ballesta. |
El cazador se situaba en tierra para atender lo preciso para el entretenimiento y encargarse del relevo de animales en el poste. Para ello disponía de una especie de cajón de madera que a modo de caseta le protegía de las saetas que disparaban los aficionados. Sucedió en una ocasión que la presa era un jabalí enorme cazado en el monte del Pardo que, atravesado por numerosas flechas y en su furiosa lucha por escapar de aquella muerte consiguió arrancar el poste. El cazador salió huyendo, pero el animal le atrapó y de un feroz mordisco le mató.
Desde entonces, la autoridades de la Villa prohibieron esta brutal actividad, pero para entonces ya los madrileños llamaban a éste el corral de la Ballesta. Y así se llamó también la calle donde aquel se encontraba, hoy entre la calle Desengaño y la Corredera Baja de San Pablo.
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