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22 octubre, 2018

El Monte del Pardo y la tradición de san Eugenio

Grupo de mujeres y hombre (uno a caballo) en torno a la merienda campera.
La Romería de San Eugenio (I. Medina Vera. M.del Prado)
Corría el mes de noviembre del año 1642 cuando, según la tradición, un madrileño estaba robando bellotas en El Pardo, un monte reservado para las cacerías de los reyes. Felipe IV se encontraba allí cazando con la reina y varios personajes de la corte. El rey se había adelantado de sus acompañantes persiguiendo a un jabalí cuando se encontró con el ladrón. Éste le contó que la gente pasaba tanta hambre por culpa de la mala gestión del valido, el conde-duque de Olivares, que no le quedaba más remedio que colarse en aquel monte para coger las bellotas que comían los cerdos de palacio, y así alimentar a su familia. Al llegar los acompañantes a donde estaba el monarca, el hombre comprendió con quién había estado hablando y cayó de rodillas pidiendo perdón por sus atrevidas palabras. El rey no sólo le perdonó y le permitió llevarse el saco de bellotas y unas monedas que le dio, sino que otorgó licencia para que aquella fecha, 15 de noviembre, día de san Eugenio, los madrileños pudieran  acudir al monte de El Pardo a coger bellotas.

Este suceso dio origen a la romería San Eugenio, que fue muy popular hasta el primer tercio del siglo XX. Los madrileños esperaban esta festividad para acudir al Pardo a merendar a orillas del río Manzanares. Era una jornada de diversión, la gente jugaba y bailaba en corros, sonaban las guitarras y corrían las botas de vino de mano en mano, mientras otros se subían a las encinas a coger bellotas.

Este territorio del norte de Madrid pasó a ser residencia y coto de caza real a finales del siglo XIV, en tiempos de Enrique III, cedido por el Concejo de Madrid a cambio de que volver a ser villa de realengo, es decir bajo la autoridad directa del rey. Esto le daba una importante autonomía de la que no gozaban las posesiones y señoríos expuestos al arbitrio de la nobleza. Hacía unos años que Madrid había perdido ese privilegio, cuando el padre del rey, Juan I, concedió la Villa al monarca de Armenia en el exilio, León V. Desde la cesión de los derechos sobre El Pardo fue mayor la relación de los reyes con Madrid, hasta llegar a Felipe II, quien decidió instalar la corte de manera permanente en la ciudad en 1561. 

Un numeroso grupo de ciervos bajo una gran encina.
Monte de El Pardo (foto de la revista Foresta).

En el siglo XVII, bajo los reinados de Felipe III y Felipe IV se construyeron en este monte el palacio de El Pardo (hoy residencia de los jefes de Estado extranjeros) y el palacio de la Zarzuela (residencia de los Reyes de España). En 1750 Fernando VI ordenó construir la tapia de 66 kilómetros que rodea este monte, para dificultar la caza furtiva y preservar su preciada fauna. El acceso se realizaba a través de la Puerta de Hierro, monumento que en la actualidad se encuentra en una isleta delimitada por ramales de las autopistas A-6 y la M-30.


Tras la revolución de 1868, esta enorme finca y otras propiedades reales en Madrid pasaron a manos del Estado. Con la Restauración borbónica se revirtieron los derechos sobre las antiguas posesiones reales. En 1931, con la II República, El Pardo pasó a pertenecer al Patrimonio Nacional y se abrió al público, que ya no tuvo que esperar al día de san Eugenio para recoger las bellotas. Pocos años después, Manuel Azaña paralizó un proyecto de construcción de viviendas sociales en 600 hectáreas de El Pardo. Argumentaba el presidente de la República que, estando Madrid rodeado de grandes eriales había otros lugares para ubicar a la población antes que destruir parte del Monte. Después, durante la dictadura, el palacio del Pardo fue la residencia de Franco durante 35 años.

Con sus 150 kilómetros cuadrados, El Pardo representa una cuarta parte del municipio de Madrid, del que forma parte desde mediados del siglo XX, época en que se anexionaron a la capital los municipios colindantes. Su  acceso restringido y un alto nivel de protección lo conservan como uno de los mejores bosques mediterráneos de Europa. Sólo un 5 por ciento del territorio, en las inmediaciones del barrio del Pardo, puede recorrerse sin restricciones para conocer este enclave natural de la región.

En 1993 el barrio de El Pardo recuperó la tradicional romería de San Eugenio, cuyos protagonistas son los romeros vestidos con trajes típicos, la degustación de migas y sangría y la recogida de bellotas.

Respecto al nombre, se dice que el rey Alfonso XI mató un gran oso pardo en este monte, al que se llamó “el del pardo” en recuerdo de aquel día. Otros relacionan el origen de su nombre con el color de sus llanuras.


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