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14 noviembre, 2016

De mentidero a Casas de Cordero

El gran edificio, de cinco plantas, ha acogido en su planta baja locales comerciales y de comida rápida.
Casas de Cordero. Foto: Andrea Castaño
El más famoso mentidero de Madrid, tantas veces mencionado por Quevedo y otros escritores, se encontraba donde hoy están las Casas de Cordero, en la Puerta del Sol. El mentidero era la lonja del convento de San Felipe el Real, una superficie elevada y amurallada sobre la que se alzaba el edificio. Allí se reunían los madrileños desde el Siglo de Oro para comentar las últimas noticias o compartir rumores y cotilleos sobre los principales personajes de la Villa y Corte. Además, bajo su elevada y amplia lonja se abrían 34 pequeñas tiendas que llamaban ‘las Covachuelas’, en las que sobre todo se vendían juguetes. 

Comerciantes, artesanos, criados, soldados, artistas, funcionarios, poetas y gente ociosa tenían un interesante e ineludible encuentro en las llamadas ‘gradas de San Felipe’, mentidero en el que las noticias corrían tan deprisa que se decía “salen las nuevas primero que los sucesos”.

Litografía del edifico y su lonja elevada, con barandilla, y debajo las covachuelas.
San Felipe el Real (Museo de Historia de Madrid)
El convento de San Felipe el Real y su lonja se derribaron en 1836, durante la desamortización de Mendizábal. El solar fue comprado por el Santiago Alonso Cordero, un arriero leonés que se hizo rico con el transporte de mercancías de alto riesgo, muchas veces a las órdenes del Gobierno durante la guerra carlista, en el Madrid de Isabel II. Este personaje, que vestía siempre con el traje típico de su tierra, La Maragatería, era afín al partido liberal progresista, fue luego diputado durante 20 años y terminó como presidente de la Diputación Provincial de Madrid. 

Cordero levantó en el solar de San Felipe un conjunto de edificios agrupados bajo una misma fachada, que recibieron el nombre de Casas de Cordero. Fue la primera manzana de casas, del arquitecto Juan José Sánchez Pescador, terminada en 1845. Esta novedosa construcción sirvió de modelo a los edificios vecinos cuando se llevó a cabo la reforma y ampliación de la Puerta del Sol. Sólo se mantuvo en esta histórica plaza el edificio más antiguo, la Casa de Correos, hoy sede de la Comunidad de Madrid, de 1768. Con la ampliación de la plaza, las Casas de Cordero, que en realidad estaban al principio de la calle Mayor, quedaron incluidas en el perímetro de la Puerta del Sol.
Las plantas segunda y tercera tienen balcones, que en el centro del edificio están enmarcados por pilastras.
Fachada de las Casas de Cordero. Foto: S.C.


La magnífica fachada del nuevo edifico, acorde con los gustos de la pujante burguesía de la época, tiene elementos que hasta entonces sólo se veían en palacios o en importantes edificios públicos, como las pilastras clasicistas que revelan las viviendas más lujosas.

El periodista y escritor Ramón de Mesonero Romanos, entre sus recuerdos de principios del siglo XIX, cuenta en su libro Memorias de un setentón que un día cayó sobre Madrid uno de aquellos chaparrones que despoblaban las calles y escuelas y obligaban a cerrar portales y comercios. Las grandes alcantarillas eran incapaces de engullir los torrentes de agua y los mozos de cuerda instalaban los pontones de ruedas para ayudar a los transeúntes a cruzar la calle Mayor. El agua inundó las covachuelas de San Felipe.
 
 “Aquel día las esperanzas de la gente menuda no quedaron defraudadas, y sus malignos instintos fueron ampliamente satisfechos, porque inundados por completo aquellos chiribitiles, y desamparados por sus atribulados dueños, que se subieron a las gradas para salvar al menos su vida, el torrente devastador sacó a flote toda la inmensa falange de muñecos, tambores, juguetes y carricoches, que los pícaros muchachos –entre los cuales tenía la honra de contarme– contemplábamos con fruición flotando río abajo en demanda de la empinada y agreste cuesta de la Vega (…) Y la Corporación municipal tan fresca e inmutable (…) se contentó con publicar al siguiente día el obligado bando para que los vecinos de las tiendas y cuevas inundadas procediesen a su limpieza y desahogo, y que el que hubiese echado de menos un perro, una cabra, un niño, o cosa tal, acudiese a dar la señas por si pudieran ser identificados sus cadáveres en las entradas de las alcantarillas o en las presas del canal”. 
Frente al mentidero de las gradas de San Felipe tuvo lugar en 1622 un acontecimiento que convulsionó Madrid: el asesinato del conde de Villamediana, Juan de Tassis, que provocó todo tipo de rumores y leyendas relacionados con la Corte. Un poema de la época, atribuido a Góngora decía:
“Mentidero de Madrid,
decidnos, ¿quién mató al conde?
Ni se sabe, ni se esconde,
sin discurso discurrid:
Dicen que le mató el Cid,
por ser el conde lozano.
¡Disparate chabacano!
Lo cierto del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano”.
Pese a la desaparición de las gradas de San Felipe, su espíritu noticiero y chismoso se quedó en la Puerta del Sol y los numerosos cafés que la poblaban durante el siglo XIX. Y las vistosas mercancías de las covachuelas buscarían otro escenario en ferias y mercadillos.



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