Goya (Autorretrato). Museo del Prado. |
Los Fusilamientos (1814). Museo del Prado. |
De acuerdo con este testimonio, Goya dibujó en el lugar de los hechos el primer boceto de su famosa obra Los fusilamientos o El 3 de mayo en Madrid. Y había visto los fusilamientos de los madrileños desde la Quinta del Sordo. Goya compró esta casa con huerto, que ya antes llamaban la ‘huerta del sordo’, en 1919, de modo que hay que suponer que varios años antes ya la frecuentaba o la tenía alquilada y pasaba en ella algunas temporadas.
El día que pintó a Wellington
Hay otra curiosa historia que también sitúa a Goya en la Quinta del Sordo antes de que la comprara. En 1812, en plena guerra contra el ejército invasor de Napoleón, el pintor recibió en su casa de campo la visita de general Wellington, comandante del ejército aliado anglo-hispano-portugués. Fue un encuentro que pudo cambiar el curso de la Historia. Arthur Colley Wellesley, al que todos llamaban Wellington y Velintón, entró en Madrid el 12 de agosto de 1812, después de que las tropas francesas huyeran de la capital ante su proximidad, en uno de esos vaivenes que tuvo la Guerra de la Independencia. Dicen las crónicas que muy pocos personajes en la historia han recibido del pueblo de Madrid un recibimiento tan multitudinario, gozoso y espontáneo como el ofrecido al héroe de guerra inglés. Iban con él los jefes guerrilleros españoles, Juan Martínez Díaz, ‘el Empecinado’; Juan Palarea, ‘el Médico’; Manuel Hernández, ‘el Abuelo’, Francisco Abad, ‘el Chaleco’, el general español Álava y el general portugués Conde de Amarante.
Wellington (Goya, 1812).. |
Al poco de su estancia en Madrid, quiso el duque de Wellington tener un retrato pintado por el célebre pintor aragonés. Así que un día fue a la Quinta del Sordo, acompañado de su amigo el general Álava. El pintor, cuyo carácter arisco se había acrecentado con los años y la sordera total que padecía, se puso inmediatamente manos a la obra. En poco menos de una hora ya tenía hecho el boceto para la obra. Cuando se lo mostró al inglés, éste, que quizás esperaba una cosa más acabada, tuvo un gesto de desdén y palabras acompañadas de gestos que hacían adivinar a Goya la grosería de las mismas.
El hijo de Goya, Javier, que estaba encargado de traducir para su padre las palabras del inglés mediante el lenguaje de las manos, no se atrevía a contarle las opiniones que salían por la boca de Wellington, a la vez que trataba de explicar al militar las técnicas y conceptos de la pintura. Pero ni el general Álava lograba calmar el tono y desprecio de las palabras de su amigo. A la vez, Javier veía con desazón que el rostro de su padre se iba encendiendo de ira y las fugaces miradas que echaba a las pistolas que tenía sobre la mesa, siempre cargadas.
Y así estaban cuando va Wellington y se levanta, arrogante, y se pone su sombrero disponiéndose a salir de la casa. Entonces Goya ya no pudo contenerse más, echó mano a las pistolas y el general al puño de su espada. El general Álava por un lado tratando de apaciguar al inglés, diciéndole que el pintor padecía de enajenación mental, y por otro Javier sujetando por la fuerza la mano de su padre. Así lograron evitar un fatal desenlace.
Wellington fue más tarde héroe de Vitoria, donde derrotó a las tropas de José I, el rey intruso, cuando marchaba a Francia con un fabuloso botín, provocando la salida de España del ejército francés. Luego fue el vencedor de la batalla Waterloo contra Napoleón.
En el lugar donde estuvo la Quinta del Sordo se inauguró a finales del siglo XIX la antigua estación de Goya, cabecera de la línea de ferrocarril de Madrid a Almorox (Toledo). De todo ello hoy sólo queda una placa conmemorativa en la calle Saavedra Fajardo, número 32, que recuerda que allí estuvo la Quinta del Sordo.
Gracias por tan buena información.
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