Palacio de Santa Cruz (Cárcel de Corte, 1650). |
Por diferencia de precio y comodidades, las posadas eran lugar de alojamiento y comida de los viajeros pudientes, y los mesones acogían a las clases más populares, que también se dirigían a las fondas, donde las habitaciones eran compartidas por varios huéspedes.
Posadas secretas
Existía también un grupo de posadas secretas destinadas a señores e hidalgos que acudían a resolver sus asuntos, pero no tenían casa propia o de parientes en Madrid y para ellos la apariencia era una cuestión principal. Se trataba de casas particulares de huéspedes que no tenían la obligación de poner el letrero de 'posada' en la fachada, de modo que los señores alojados aparentaban residir allí y no en una posada o mesón.
Ya en esta época existía un control de las condiciones de posadas, mesones y fondas, y de la comida y bebida que en ellos se ofrecía, lo que provocó que muchos de estos establecimientos fueran cerrados. Además, la continua construcción de nuevas viviendas provocó que un siglo después su número se redujera a unos 300.
Tuvieron que pasar unos 250 años para que algunas fondas y casas de comidas pasaran a denominarse restaurantes, moda francesa a la que siguió la aparición, a mediados del siglo XIX, de los primeros hoteles, cuyas comodidades y servicios distaban mucho de sus antecesores.
Las tabernas, vinos y licores
Centenaria taberna Casa Labra. Foto: S. Castaño |
Al duplicarse la población madrileña tan rápidamente, a partir de 1561, creció la demanda de vino y se multiplicaron por todas partes las tabernas. Productores y bodegueros llegaban de distintas zonas del país para ofrecer sus vinos en la Villa y Corte, principalmente de municipios madrileños como San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero, Arganda, Valdemoro o Carabanchel y desde municipios de Toledo, Ciudad Real o Ávila.
La normativa prohibía a los taberneros las mezclas de vino y agua o servir platos de caza, pescado y pan, de modo que estos alimentos sólo podían tomarse en los mesones y otros locales de comidas, como las hosterías. Era frecuente que las tabernas tuvieran la fachada de madera pintada de rojo y que los mesones tuvieran su decoración interior a base de azulejos.
Con el tiempo, además de vino hubo un trasiego de licores y otras bebidas hoy casi desconocidas, como el hipocrás (vino tinto o blanco con azúcar y especias, sobre todo canela, jengibre y clavo), la carraspada (vino tinto cocido con miel y especias), la aloja (mezcla de agua, miel y especias que podía o no contener vino) o la mezcla de vino tinto y blanco llamada calabriada.
Villa y Corte, mentideros y casas a la malicia.
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