Iglesia de Montserrat. Foto: A. Castaño |
Eran tiempos de guerra entre España y Francia, por ello en parte de Cataluña, como territorio fronterizo, se encontraban las tropas del rey Felipe IV para atacar por el sur la Francia de Luis XIII. Los abusos de las tropas, la obligación de su alojamiento entre la población y los problemas por su manutención habían provocado la sublevación popular de Cataluña en 1640.
En estas circunstancias, los monjes catalanes del monasterio de Montserrat decidieron un día salir del recinto con la cruz y portando velas camino de Barcelona. En el monasterio se quedaron el abad y otros trece monjes castellanos. Por el camino se les unieron numerosos campesinos y gentes de los pueblos, ofreciéndoles sus carros y caballerías, aunque ellos decidieron continuar a pie. Al llegar a Barcelona recibieron los vítores de la población por su decisión. Enardecidas, muchas personas subieron al monasterio y apresaron a los monjes castellanos y poco faltó para que murieran en la revuelta. Las autoridades de la Ciudad Condal llegaron a tiempo y los condujeron presos a Barcelona.
Más tarde los trasladaron al monasterio de Ripoll, donde permanecieron hasta que el rey ordenó que los monjes volvieran al monasterio de Montserrat e informó al Papa Gregorio XIII de estos sucesos. El Papa delegó la causa en fray Benito de Toco, obispo de Lérida, que fue a Montserrat, pero no consiguió calmar a los catalanes, que nuevamente se sublevaron y expulsaron de noche al abad y demás monjes castellanos. Éstos huyeron y consiguieron llegar a Madrid.
Monasterio en Madrid
Postal antigua (Archivo Comunidad de Madrid). |
Felipe IV decidió que lo mejor era acoger a los benedictinos en Madrid antes que empeñarse por la fuerza en que vivieran odiados en el monasterio barcelonés, por lo que ordenó a su valido el conde-duque de Olivares que les buscara un lugar donde hacer vida monástica. Se les concedió una casa en la que había vivido un tiempo el conde-duque, a las afueras de la ciudad, y el rey les concedió una renta de seis mil ducados. Los monjes levantaron allí una capilla dedicada a Santa María de Montserrat, en memoria de la que habían dejado en la famosa montaña catalana.
Allí estuvieron los benedictinos hasta que, por la insalubridad del lugar, solicitaron al rey su traslado a otro sitio dentro de la población, eligiendo un paraje que había junto al portillo de Fuencarral. Allí, en un terreno donde hoy confluyen la calle de Montserrat con la calle de San Bernardo, donde tiene su fachada principal, se empezó a construir en 1668 el convento y su iglesia, ya en tiempos de Carlos II. En él se instalaron los monjes en 1704, antes de que acabaran las obras, que en realidad nunca llegaron a completar el proyecto del arquitecto de la Villa, Sebastián Herrera Barnuevo.
Los monjes benedictinos ocuparon este monasterio hasta la guerra de la Independencia (1808) y después hasta 1820. Luego lo ocuparon de nuevo hasta la desamortización de Mendizábal, en 1836, cuando el convento pasó a ser cárcel de mujeres, dejando la iglesia para el culto. Más tarde, el penal se trasladó a la calle Barquillo y se realizaron nuevas obras para que volviera a ser convento.
En el edificio trabajaron, después de Herrera Barnuevo, otros destacados arquitectos, incluido Pedro de Ribera que decoró la fachada principal y la torre. El templo, de titularidad estatal, fue declarado Monumento Nacional en 1914, y restaurado en 1983 por la Dirección General de Bellas Artes. Hace pocos años se realizaron obras de restauración de su fachada principal y en la torre, adjudicadas por el Ministerio de Educación y Cultura.
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