Ilustración del libro Antiguallas (R. Sepúlveda, 1898) |
Los lugares más frecuentados por la Ronda del pecado mortal eran aquellos donde se hacinaban los pobres de la ciudad. Barrios de casas miserables, covachas y corralas donde vivían jornaleros, aguadores, modistillas, chisperos y todo tipo de artesanos. Calle de Toledo, Arganzuela, toda la zona de las Vistillas, Lavapiés y otros ‘barrios bajos’ donde recaían las sospechas de convivencias ilícitas y encuentros secretos. Además de las temidas paradas ante las puertas de las casas elegidas, la Ronda del pecado mortal visitaba las mancebías o prostíbulos, las casas donde se organizaban bailes los domingos y otros lugares de diversión del entorno de las plazas de la Cebada y Puerta Cerrada.
En el silencio de la noche y a la tenue luz de los faroles, los encapuchados alzaban sus voces fúnebres y recitaban sentencias mortuorias, precedidas por el tañido de una campanilla. Las letras de sus saetas tenían especial intención cuando los cofrades conocían la vida y andanzas de los vecinos:
Alma que estás en pecado,
Si esta noche te murieras
piensa bien adonde fueras.
Aunque tus culpas confieses,
si no dejas la ocasión
cierta es tu condenación.
Quien mal vive mal acaba;
y así, llora tu pecado,
no amanezcas condenado.
Casa del pecado mortal (Memoria de Madrid). |
Esta hermandad nació en 1691 en Sevilla. Allí la conoció años después Felipe V, que ordenó que se creara una en Madrid. Entró en funcionamiento en 1734 con sede en la iglesia de San Juan, que estaba en el entorno que hoy forma la plaza de Oriente, y luego pasó a otras iglesias. En 1800 se instaló en una casa donada por la marquesa de Villagarcía en la calle del Rosal, que los madrileños llamaban Casa del pecado mortal. La calle, que desapareció al construir el tercer tramo de la Gran Vía, entre la plaza de Callao y plaza de España, estaba a la altura de la actual calle García Molinas. Era una casa-asilo para mujeres que querían mantener en secreto su embarazo y evitar la deshonra para ella y su familia. Después de dar a luz con la asistencia que le proporcionaba la hermandad, volvían a la casa familiar y el recién nacido era enviado al orfanato. Las inquilinas pagaban por su estancia un precio que variaba según su posición económica y las comodidades que tuvieran. Las más pobres colaboraban con la institución siendo las criadas de las jóvenes de familias acomodadas.
Todo esto terminó en los años 30 del siglo XIX, coincidiendo con la desaparición del tribunal de la Inquisición. Los madrileños ya vivían una nueva época. La Ronda del pecado mortal sucumbió ante los agitados cambios sociales y políticos que se estaban produciendo en Madrid.
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