Antigua fuente, plaza de la Villa. . |
Las galerías eran abovedadas, algunas revestidas de ladrillos, y se construían en pendiente a una profundidad variable de hasta 40 metros y con una longitud entre 7 y 15 km. En el suelo de las galería había un conducto de barro cocido por el que corría el agua hasta llegar a los depósitos subterráneos del casco urbano. Desde cada depósito salían galerías que alimentaban las fuentes madrileñas, como las de San Pedro, en Puerta Cerrada, la de los Caños Viejos, bajo el Viaducto, la de los Caños del Peral, en la plaza de Isabel II, y luego la de Puerta del Sol o la fuente de Cibeles, entre muchas otras.
Viaje de agua. |
Los maestros fontaneros eran los encargados de mantener en buenas condiciones los viaje de agua, y para ello accedían a las galerías y depósitos a través de ‘pozos de bajada’, excavados en las calles o en casas, cuya entrada estaba protegida por una reja con cerradura. No obstante, el sistema estuvo sometido a la picaresca de quienes hacían galerías de conexión para desviar el agua a su casa.
Fund. Joaquín Díaz |
Aguadores de Madrid
El traslado de la Corte a Madrid en 1561 y el consiguiente aumento de población provocaron una mayor demanda de agua y fue necesario aumentar el número de viajes. Surgieron los aguadores, cuyo oficio consistía en llenar sus cántaros con el agua de las fuentes públicas, cargarlos en las aguaderas de sus burros y vender el agua a domicilio, a petición de los vecinos que pudieran pagar el servicio. También se llevaba en cubas que transportaban en carros quienes disponían de ellos. Los aguadores eran hombres fuertes, casi todos asturianos y gallegos, que a diario tenían que subir sus cántaros y cubas a los pisos más altos. El precio del agua dependía de la fuente de procedencia y de si era verano (más caro) o invierno.
A partir de 1620 los aguadores estuvieron sometidos a un reglamento que les marcaba las condiciones para obtener la licencia, pagos, fianzas y multas, la fuente de donde podía tomar el agua cada uno, el número de aguadores por fuente, la obligación de acudir con su cuba en caso de incendio o los litros que podían vender por habitante y día.
Había fuentes, llamadas de vecindad, que estaban vetadas para los aguadores, y otras donde tenían la exclusiva, aunque lo normal era que tuvieran prioridad en la mitad de los caños las fuentes. El de aguadores fue un gremio importante en Madrid, con más de mil miembros.
Fuente ornamental en el Retiro. Foto: S. Castaño. |
El último viaje de agua de Madrid, el de la fuente de la Reina, al pie de la montaña de Príncipe Pío, se construyó en 1855, cuando ya era evidente la escasez de agua en una ciudad que superaba los 200.000 habitantes, a pesar de los más de 120 km de viajes de agua existentes. La situación cambió radicalmente en 1858, tras la inauguración del Canal de Isabel II, que situó a Madrid entre las ciudades mejor surtidas de agua de Europa.
Todavía hoy se pueden ver en la ciudad algunas tapas de alcantarilla con la inscripción ‘Viaje antiguo de agua’, en pozos de bajada, aunque son escasos los tramos de galerías que se conservan, debido a las numerosas construcciones e infraestructuras subterráneas de todo tipo.
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