Esquina calle del Clavel con Gran Vía. Foto:S.C. |
Era el convento un edificio pequeño, habitado sólo por cinco religiosas, que contaba con un recogido jardín, primorosamente cuidado, en el que destacada una hermosa mata de claveles que llamaron la atención de la reina. La abadesa del convento, para complacerla, cortó algunos claveles y se los regaló. Entonces el rey manifestó su deseo de ampliar aquel pequeño recinto comprando las dos casas colindantes, de modo que las religiosas pudieran vivir más holgadamente. Preguntó a la abadesa quienes eran los propietarios de esas casas, algo que ella ignoraba. Jacobo de Grattis respondió que una pertenecía a un alcalde de casa y corte y la otra al arzobispo de Santa Fe y a continuación se ofreció para ser él quien regalara a las monjas aquella ampliación. Por su parte, el duque de Lerma, que no quería ser menos, ofreció a las monjas otro edifico más amplio donde vivir. El Caballero quería hacer valer su derecho, como patrono del convento, mientras el duque insistía en su proyecto de otro lugar mejor, como ya había hechos con el traslado de monjas a conventos contiguos a su palacio.
La reina, para terminar con aquel ataque de generosidad que asaltaba a sus acompañantes, puso fin a la discusión entregando un clavel al duque y otro al Caballero, indicándoles que esa distinción les obligaba a colaborar cada uno de ellos en la ampliación del convento. Por estos hechos, dice la tradición que esta calle se llama del Clavel.
Calle Clavel con Gran Vía (S.C). |
La condesa de Jaruco
Durante la invasión francesa, a principios del siglo XIX, instalado en Madrid José Bonaparte, el rey intruso, en algunos palacetes de la calle del Clavel se reunían los más importantes cargos de la corte y otros miembros afrancesados de la política y las letras.
Dice una leyenda que José Bonaparte compró en la calle del Clavel un palacete para una de sus amantes, Teresa Montalvo, viuda del conde de Jaruco. Teresa, una bella cubana, sobrina de O’Farril, ministro de la Guerra de José I, organizaba en su casa fiestas a las que acudían importantes personajes del momento y en una de esas conoció a José I. Luego el rey le regaló el palacete donde la visitaba en secreto al caer la noche, entrando en el edifico por la puerta entreabierta del jardín.
Fue una relación breve, ya que la condesa enfermó y falleció al poco tiempo, en 1810. Fue enterrada en el cementerio de la Puerta de Fuencarral, llamado Cementerio General del Norte. Era el primer cementerio inaugurado en Madrid, en 1809, tras la orden de José I de desplazar a las afueras de la ciudad los enterramientos, que hasta entonces tenían lugar en los recintos de las iglesias. La noche siguiente a la muerte de la condesa de Jaruco, sus allegados desenterraron el cadáver y lo trasladaron en secreto a la casa de la calle del Clavel, donde recibió nueva sepultura bajo un árbol del jardín.
Casino Militar desde calle Clavel. S.C. |
En la esquina de la calle del Clavel con la calle de la Reina una placa recuerda que allí estuvo el palacio Masserano, donde vivió Víctor Hugo entre 1811 y 1812. El palacio fue requisado por José I para vivienda de uno de sus generales, Léopold Hugo. Y hasta allí se trasladó más tarde desde París su esposa y sus tres niños, para disgusto de su esposo, que mantenía en Madrid a su amante italiana.